Rubén Aguilar Valenzuela 
Ezequiel es el tercero de los profetas mayores con Isaías y Jeremías. Contemporáneo del último. Hijo de Buzzi, un sacerdote del templo. Nace hacia el 623 a.C. durante el reinado de Josías, que, ante la decadencia del imperio Asirio, al cual estaban sujetos, decide en 630 a.C. proclamar la independencia al tiempo que impulsa una reforma que subraya la lealtad religiosa del pueblo Yahvé, el Dios de Israel.

Josías murió en 609 a.C., y Judá se convierte en vasallo de la nueva potencia regional, el imperio babilónico. Cuando Nabucondonosor (605-562 a.C.) se vuelve en el rey más poderoso del Oriente Medio, todas las naciones de la región se le someten. El rey Joaquín se niega a pagar tributos y los pueblos vecinos aliados a los babilonios atacan a Judá. A la muerte del rey lo sucede su tío Joconías, que mantiene la misma política.

En 597 a.C. las fuerzas de Nabucondonosor asedian a Jerusalén y la conquistan. El rey y los notables de la ciudad son deportados a Babilonia. Entre ellos va Ezequiel. En ese entonces tiene 25 años. Esta es la primera deportación. En Judá, Sedecías ocupa el trono vacante y al principio paga los tributos, pero luego se niega. En 588 a.C. las tropas de Nabucondonosor vuelven a sitiar la ciudad. Al cabo de año y medio de resistencia Jerusalén cae en manos de los caldeos. Sedecías junto con un grupo numeroso de judíos es deportado a Babilonia. Esta es la segunda y definitiva deportación. Atrás queda una ciudad en ruinas, las murallas son destruidas y el templo quemado.

Ezequiel vivió en el exiliado en Babilonia de 597 a 571 a.C. A los 30 años recibió el llamado a profetizar. La mayor parte del texto es original del profeta, pero con el tiempo se hicieron adiciones significativas. El libro presenta una considerable unidad, pero su construcción es producto de una historia larga y compleja en la que intervienen distintos autores.

El libro se estructura en cinco partes: 1. Vocación del profeta (Ez. 1-3); 2. Oráculo de condenación de Jerusalén (Ez. 4-24); 3. Oráculo contra las naciones (Ez. 25-32); 4. Mensaje de esperanza (Ez. 33-39); 5. Visión sobre el templo y la tierra (Ez. 40.48).

La idea teológica central con la que se construye el libro de Ezequiel es la santidad de Dios frente al pecado de Israel. En torno a esta idea se agrupan los distintos mensajes religiosos que se ofrecen en el texto. Se insiste en la grandeza de Dios, infinitamente superior a los hombres, que siempre se manifiesta indirectamente a través de su gloria.

El pueblo, en cambio, acumula infidelidad tras infidelidad a lo largo de su historia. Su idolatría y reiteradas rebeldías ofenden a Dios. El nuevo Israel, con todo, es llamado a construir una comunidad fiel al Señor. En ese entonces ya no habrá necesidad de un rey temporal. Dios va a guiar a su pueblo como el pastor conduce a su rebaño.

En el libro se encuentran oráculos, visiones místicas y acciones simbólicas del profeta. La narración está llena de imágenes, figuras y símbolos. El tono es vehemente, severo y muestra el enojo de Dios a través del profeta. Hay rigor en encadenamiento de las ideas. Se da cuenta de un Dios terrible que actúa, para castigar a quien lo ofende, pero también, al final del texto, se deja ver a un Dios de esperanza, para el pueblo que le es fiel.

El texto judío fue traducido al griego en el siglo II a.C. en la versión que se conoce como la Septuaginta. En ésta, el libro de Ezequiel difiere considerablemente de la versión hebrea que es más corta, posiblemente, la primera redacción del libro. En 1969 aparece el estudio de Walther Zimmerli sobre el texto de Ezequiel en alemán. En él traza el proceso por el cual los oráculos de Ezequiel fueron entregados por vía oral y se transforman después en un texto escrito por el profeta y sus seguidores a través de un proceso de constante reescritura y reinterpretación.

Ezequiel
Biblia de América
PPC Editorial
Madrid, 2013