Rubén Aguilar Valenzuela
El presidente López Obrador, como otros mandatarios populistas de izquierda y derecha, tiene como eje central de su discurso la polarización social, la distinción entre los que están con él (pueblo bueno) y los demás (conservadores o neoliberales). Para eso necesita construir enemigos con los cuales confrontarse. De sus distintas intervenciones identifico a ocho:

El pasado. Arranca con el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988). Con él inicia el neoliberalismo, la causa de todos los males presentes en el país. Todos los gobiernos anteriores fueron buenos incluso el de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970).
Los medios. Todos los que no alaban su gestión son enemigos. Agrede a la prensa nacional e internacional a quienes acusa de falta de ética y de no ser profesionales. Nunca critica a las grandes televisoras y cadenas de radio que asume como sus aliadas.
Los periodistas. Todos los que no aplauden lo que dice y hace son enemigos. Ser buen periodista pasa necesariamente por reconocer y apoyar su gestión. Quien no lo hace es conservador y enemigo del pueblo bueno.
Los empresarios. Si aplauden su gestión son bien vistos y recompensados con contratos, pero en contrario insultados y acusados de conservadores, de que se enriquecen, de que tratan mal a sus trabajadores y de que no pagan impuestos.
La oposición. Los partidos y los políticos que están en la oposición son sus enemigos jurados. Ser de la oposición es sinónimo de neoliberal, corrupto, pero también de maldad.
Las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). Son inventos del neoliberalismo, para socavar el poder del Ejecutivo. No resiste la independencia y el liderazgo social de las OSC a las que ve como competencia.
Los que quieren le vaya mal. Es un grupo genérico integrado por conservadores que quieren fracase, para regresar al pasado neoliberal que ya quedó eliminado, para siempre, porque él lo decretó.
Los que traman un complot. En ocasiones hace referencia, sin identificar, a quienes asegura, sin dar ningún dato, se propone organizar un complot en su contra. No hay tales.

En las comparecencias de la mañana el presidente ataca sistemáticamente a quienes asume como sus enemigos, que son una creación, un invento necesario, para el discurso centrado en la polarización social. Sabe que su base social quiere oír eso y que también lo quieren ver como un "guerrero justiciero" que combate a quienes se le oponen. Es un escenario épico que les entusiasma y convoca.

Al presidente esta estrategia le funcionó como candidato y también al inicio de su gestión, pero está por verse si a lo largo de su mandato le es suficiente, para mantener su aceptación y liderazgo. Lo que muestran las encuestas es que cada vez le resulta menos rentable y empieza a verse desgastada. Ésta le garantiza seguir con una gran presencia en los medios, pero no necesariamente conservar la imagen positiva que tuvo al arrancar su gobierno. Ya veremos.