
En 1991 fue la primera vez que se publicó El Bautista (DEBOLS!LLO, 2014) del escritor y poeta Javier Sicilia. Vicente Leñero, todavía en vida, escribió que a su juicio, para ese entonces, era el mejor de sus libros. Con esta obra inicia su trabajo como novelista y con ella obtiene el Premio Juan José Fuentes Mares en 1993.
En el Prólogo el autor plantea: "¿Cuánto podemos saber de un hombre? ¿Qué derecho tenemos de inmiscuirnos en la intimidad de un ser al que no conocimos y del que por lo demás sabemos muy poco? Estas preguntas
que con toda seguridad se hará el lector de esta obra, sobre todo si es cristiano, me devoraban antes de escribir El Bautista".
Y añade "sin embargo, una profunda curiosidad me poseía delante de ese hombre cuyos rasgos, apenas delineados por los Evangelios, provocaban mi fascinación, una fascinación que terminó por imponerse a la gravedad de las preguntas y a mi pudor".
"¿Por qué escribí El Bautista?" se pregunta Sicilia y se responde: "no me propuse escribir una novela biográfica y mucho menos histórica, sino escribir una meditación espiritual de mi propio drama y, porque todo aquello que es interior es universal, del drama interior del hombre. Las figuras evangélicas, como las de los santos, son figuras históricas. Pero también, en el íntimo y brutal misterio de sus vidas, expresiones de nuestro propio drama interior".
Y es precisamente por eso es "que nos conmuevan y nos interpelen de una manera profunda. Esos seres, como me lo decía Álvaro Mutis, son los únicos que poseen un mapa del mal. Son también, agregaría, los únicos que poseen, a la luz de Cristo, un mapa del sentido y del destino del hombre. Sus mapas, que trazaron a tientas, extraviados en la invisible geografía del alma, son fundamentales en el proceso de nuestras propias experiencias interiores. Siguiéndolos, a través de las nuestras, nos reconocemos, nos interrogamos, blasfemamos y nos respondemos. Meditar en sus vidas es meditar en las nuestras".
En el Prefacio Ignacio Solares dice: "El Bautista de Javier Sicilia es de una actualidad abrumadora, precisamente por el mundo fatal -el del siglo XXI y las terribles violencias que nos azotan- en que Juan nace, re-nace. Su actualidad es tal, precisamente, porque va a contracorriente de nuestro tiempo. ¿No es éste, de alguna manera, la primera misión del profeta? Me gusta pensar que el poeta trabaja en "otro" tiempo, con fuerzas que desconoce, que parece por momentos que le van a destruir, pero que finalmente la escritura templa y tempera y las vuelve materia visible, comunicable".
La novela de Sicilia es distinta a las otras, es original y única, a propósito de Juan, El Bautista, como él mismo dice, escribe una meditación espiritual de su propio drama interior, que como todo drama interior es universal. El de Juan, y también el de todos los creyentes, es el drama de la búsqueda de Dios y de lo que éste les pide.
Es el drama, desde la fe, de vivir la obscuridad y la no repuesta de Dios, aunque se le pida a gritos que se manifieste. Es el drama personal de no perder la fe, que es don de Dios, a pesar de todas las dudas y calamidades. Es el grito desesperado que pregunta ¿eso es lo que quieres de mí?.
Es también, y de manera contradictoria, la paz interior que llega al saber que se ha hecho la voluntad de Dios. El drama de Juan es el de todo creyente que se toma en serio la fe. Es la búsqueda, nunca acabada, de Dios y su voluntad. Es la tensión permanente y la duda metódica entre creer y no creer. Toda fe verdadera siempre, como en Juan, es duda, pero también certeza.
El Bautista
Javier Sicilia
DEBOLS!LLO
México, 2014
pp. 248