Rubén Aguilar Valenzuela 
Milton Friedman en Capitalismo y libertad (1962) propuso un impuesto negativo que se parece mucho a lo que hoy se ha dado en llamar renta básica universal.

En el texto proponía que el gobierno otorgara un recurso a todos los ciudadanos de Estados Unidos que no hubieran obtenido un ingreso anual de 10,000 dólares, para que lo pudieran completar.

El presidente Richard Nixon consideró la posibilidad de implementar esta idea de Friedman en 1969, pero al final no lo hizo.

Ahora quienes proponen esta idea son políticos y economistas que se dicen de izquierda y liberales que ven en este mecanismo una manera de remplazar las distintas ayudas sociales.

Éstas suelen ser utilizadas con claras intenciones de proselitismo político por los distintos gobiernos. Esto hoy es muy evidente en la administración del presidente López Obrador.

Los últimos tres premios Nobel de Economía se han ocupado del tema y la discusión sobre la conveniencia o no de esta propuesta se hará cada vez más intenso.

En este momento a nivel mundial hay cuatro proyectos piloto: uno en comunidades rurales de Kenia, otro en la ciudad de Stockton, Estados Unidos, uno más en Maricá, Brasil y el último en una ciudad de Alemania.

La crisis económica que a nivel mundial se ha abierto con el COVID-19 plantea la pertinencia de que los países contarán con la renta universal como un derecho ciudadano.

Si hoy en México se tuviera este instrumento de política social y económica bien distinta sería la manera en que los sectores más amplios de la población enfrentarían la crisis.

Una vez que pase la pandemia el tema de la renta universal debería ser discutido con seriedad a nivel mundial y de manera particular en el caso de México. (Con información de Luis Doncel, El País, 24.11.19)