Rubén Aguilar Valenzuela
En términos electorales todos los partidos de la oposición suman una intención de voto que ronda en el 40 %. Todos se han recuperado, pero de manera marginal.

Morena de enero a diciembre perdió 20 % en la intención del voto al pasar del 54 % al 34 %, pero sigue siendo el partido que concita a más votantes.

Los votos que pierde no se transfieren a la oposición. Se van a los indecisos o engrosan las filas de quienes nada quieren saber de la política.

¿Por qué la oposición no crece? Tres son las posibles explicaciones. La primera es que el capital político acumulado por el presidente se sigue transfiriendo a Morena, el partido que fundó.

La imagen de Morena se deteriora en la medida que pasan los meses ya como partido en el poder, pero su intención de voto sigue siendo mayor a la de la oposición.

En un sector del electorado, que votó por López Obrador y no por Morena, existe la idea de que a pesar de sus errores, hay que todavía darle una oportunidad antes de elegir otro partido.

La segunda es que en la mayoría del electorado persiste una imagen negativa de los partidos que antes estuvieron en la presidencia (PRI y PAN).

Esa imagen se asocia con frivolidad y corrupción, para el caso del PRI; de incapacidad y corrupción en el caso del PAN. En el caso del PRD de oportunismo e irrelevancia.

Lo que piensa la ciudadanía puede ser o no cierto, pero esa es la percepción y para el caso actúa como verdad y determina el comportamiento electoral.

Hay un castigo que se traduce en que, por ahora, en política siempre el escenario puede cambiar, a la oposición no se le quiere dar el voto. Y esto, aunque crezca el rechazo a Morena.

La tercera es que la oposición no logra plantearse como una alternativa válida, digna de ser considerada, por la gran mayoría del electorado.

Esto en razón de que no ofrece una narrativa que dé cuenta de una propuesta atractiva que resulte mejor a lo que ahora ofrece el gobierno.

Y a esto se añade que no presenta figuras nuevas. Las que ahora se ven se les asocia con los viejos liderazgos o son ellas mismas líderes del pasado.

No han sido capaz de presentar personajes que resulten atractivos en razón de su historia personal, de lo que proponen y de su capacidad de comunicarse y conectarse con el electorado.

Las tres explicaciones se entrecruzan y construyen un escenario adverso para la oposición. Después de la elección de julio de 2018 no lo han podido cambiar.

El PAN y el PRI por su propaganda, propuestas, discursos y los personajes que enseña revelan que no terminan de entender lo que pasa.

En ese escenario, el PRD parece haber entendido lo que ocurre cuando ha puesto sobre la mesa su registro, para en acuerdo con un grupo de organizaciones ciudadanas construir una nueva fuerza política.

Una de carácter alternativo que evite los viejos vicios y construya sobre nuevas ideas y maneras. No queda claro si lo van a lograr, pero ahora trabajan en ese esfuerzo.