Rubén Aguilar Valenzuela
El presidente Andrés Manuel López Obrador a partir de su comparecencia pública de todas las mañanas impone la agenda de la discusión mediática y obtiene una abrumadora cobertura en los medios, sobre todo en la radio, y las redes sociales.

Esto genera una cortina de humo que impide conocer con precisión cuál es la verdadera percepción que la ciudadanía tiene del presidente, su gobierno y su partido. Se da por hecho, a partir de esa presencia mediática, que tiene altos niveles de aprobación y que incluso, hay quien lo dice así,  son los más altos que han existido.

 

Todas las encuestas que se publicaron, para valorar el primer año de gobierno de López Obrador registran que la aprobación del presidente cayó entre el 5 % y el 15 % en los 12 meses pasados. Y también que la tendencia es a seguir cayendo.

De los últimos presidentes que ha tenido el país dos se pueden comparar por la expectativa que despertaron en la ciudadanía: Vicente Fox (2000-2006) y López Obrador. En la encuesta de Consulta Mitofsky sobre aprobación presidencial el primero arranca con 80.2 % de aprobación y el segundo con 62.6 %. Una diferencia de 17.6 puntos (El Economista, 28.11.19)

Al término del primer año Fox obtiene 59.4 % de aprobación y López Obrador 58.6 %. Fox, por décimas, supera a López Obrador, en su primero año de gobierno, pero cae 20.8 puntos, y el segundo sólo 4.0 puntos.

Todas las encuestas, con ciertas variaciones, registran que en el primer año de gobierno de López Obrador todos los indicadores de la gestión de su gobierno cayeron en los niveles de aprobación y crecieron en los de desaprobación.

Los temas con la mayor caída están relacionados con la seguridad. En marzo de 2019, el 53.0 % aprobaba el combate a la delincuencia y en noviembre el 31.1 %. La caída es de 22 puntos. El combate al narcotráfico y el crimen organizado pasa de 52.2 % de aprobación a 32.0%. La caída es 20 puntos, de acuerdo a la encuesta de El Universal (15.11.19).

Y lo mismo pasa con los dos temas emblemáticos de la gestión del presidente; el combate a la corrupción y la pobreza. En marzo de 2019 el primero tenía 65.8 % de aprobación y en noviembre 45.66 %. La caída es de 20 puntos. Y el segundo pasa de 64.7 % de aprobación al 52.1 %. La caída es de 12.6 puntos.

En el mismo periodo, de marzo a noviembre de 2019, la aprobación de la política del campo cae 15 puntos; la de salud 9.5 puntos; el combate al desempleo 9.3 puntos y la política económica 7.8 puntos. El presidente en lo personal está mejor evaluado, ronda en el 60 % de aprobación, que su gobierno.

El partido del presidente también va a la baja y si en marzo de 2019 tenía una intención de voto del 51.9 % en noviembre de 36.3 %, que es una caída de 15.6 puntos. Y en menor medida pasa también con la identificación de los electores con es partido que pasa del 31.9 % en marzo a 24.5 % en noviembre, una caída de 7.4 puntos, según encuesta de El Universal (25.11.19).

La cortina de humo que tiende López Obrador con su comparecencia mañanera esconde la realidad de estos números, que muestran cuál es la realidad de la aprobación y desaprobación del presidente, de la gestión de su gobierno y de la intención de votar por su partido.

En esta evidente caída en los niveles de aprobación lo que ahora favorece al presidente y su partido es que nadie de la oposición recoge ese malestar y rechazo. Los electores y ciudadanos desencantados no encuentran un lugar a dónde ir y optan, por ahora, marginarse y rechazar a la política y los políticos.

Hoy día la intención de voto de toda la oposición sumada alcanza el 16.2 % frente al 36.3 % que tiene Morena, menos de la mitad, y esto sin contar los votos que pueda sumar de sus aliados. Si hoy a nivel federal fueran las elecciones Morena volvería a ganar. Las elecciones locales tienen otra lógica y requieren de otro análisis.

La ciudadanía en general, es distinta a la base incondicional de López Obrador, se da cuenta de que las cosas no van bien con éste gobierno. El problema es que no encuentra alternativas que le resulten interesantes y con las cuales se pueda identificar que necesariamente implica propuestas novedosas y creíbles y también nuevas figuras políticas. Ese es el gran reto de la oposición.

 

* Ilustración: Víctor Solís