Hector A. Gil Muller

La eco-ansiedad es un término acuñado por la American Psychology Association (APA) para describir el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático. Sin embargo, yo pienso, porque a veces me siento y pienso, otras veces solamente me siento. Con el debido respeto a los psicólogos, que el término no solo refleja los malestares producto del contexto natural, sino también expresa lo propio del contexto social, organizacional y cercano. Somos seres influidos por el entorno, el cambio climático tiene su impacto, pero también lo tiene las condiciones sociales que vivimos. De manera que nuestro ecosistema es también el grupo en el que estamos insertos.  

Podemos entender que los equipos tienden a parecerse a su líder, porque este es un modelador de comportamientos y la influencia que desempeña termina por impactar en los modos que se asumen como participes del clima organizacional. ¿Qué pasa cuando el clima organizacional también comienza a cambiar? Los reacomodos en el gabinete federal exhiben los nuevos tiempos. Las salidas obedecen al ánimo por hacer una campaña que muestre la cercanía con el presidente López Obrador que sigue siendo el principal constructor de escenarios políticos en el país. Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum y otros continúan en su propósito de llegar a la coordinación de los comités para la defensa de la 4T, estrategia con la que MORENA se salta los tiempos de campañas marcados por la autoridad y hace una coincidente campaña mediática sin restricción o seguimiento.

Mientras eso pasa y los meteoros enfrían o calientan los escenarios, la gente expresa su ansiedad, una eco-ansiedad por el entorno. ¿Será caótico el porvenir? La ansiedad viene por la oscuridad, cuando desconocemos esas pautas de comportamiento nos sentimos en lugar angosto, en lugar estrecho, de ahí la angustia o el estrés. Buena defensa contra la ansiedad la da el conocimiento, la estrategia y el saber que hacer. De ahí la importancia de la esperanza, discursiva pero llena los vacíos, aunque jamás se consolide en acciones o indique resultados, apoyamos en ella con lo que en el momento vaya bien. Del discurso sacamos los malos resultados, los aventamos a otros.

Importante contra la ansiedad de estos tiempos, la angustia de ver el ecosistema cambiar, tener una visión clara a futuro. Que ella nos haga mover el presente, lo estire, lo adapte a sus exigencias. Si lo único que mueve el presente es el pasado, entonces tenemos que vivir de las consecuencias, de los duros golpes que enseñan, pero no instruyen.

Cuando Hellen Keller graduó de Radcliff College en la Universidad de Harvard, llamó la atención de muchos medios de comunicación que querían retratar la nota de la primera persona sordociega en alcanzar un título universitario. Entrevistada al final de la graduación, uno de los reporteros le cuestionaba sobre lo peor que había vivido en su trayecto como universitaria. Esperaba una respuesta que le relatara todas las complicaciones, problemas, injusticias, frustraciones e incluso heridas que cualquier persona en su estado hubiera sufrido. La srita. Keller pensó un poco su respuesta y con total tranquilidad y seguridad que le caracterizaba le dijo: “Solo hay algo peor que ser ciego, y es no tener visión”.