Héctor A. Gil Müller

La letra ce incorporada como la conocemos en nuestro abecedario proviene de los etruscos, con el mismo origen que la kappa griega que poco a poco fue debilitando el símbolo hasta tener la curva que hoy usamos. Evolucionó la ce hasta su fonema gutural y se construyó la G. La ce también se relaciona con la palabra hebrea gimmel que significa camello y cuyo ángulo parece la joroba del dromedario.

La letra ce es particularmente importante, aunque no es la primera ni la última, que son siempre las más citadas, tampoco es la segunda letra, que parece competir siempre con la primera, es la tercera de las letras, pero ubicada con tal estrategia que se cuela en las formas de hacer las cosas. Cuando queremos hablar de los pasos a seguir o del método que nos servirá, le llamamos el “abc”. Imagínese lo que pasaría si solo tuviésemos el “ab” de las cosas, si no existiera el tercer sitial sería muy parcial el mundo. Sin la ce no preguntaríamos ni cómo ni cuándo, elementos que nos hacen saber lo que nos corresponde hacer.

La ce nos regala algunos términos que nos son útiles para entender pero sobre todo para desear, funcionarios públicos con tales atributos.

Claridad. Que importante es ganar claridad. Grandes fracasos han ocurrido por falta de claridad, en las metas, los procesos o en la ejecución. Sin entender lo que hacemos el esfuerzo no cobra importancia. Podemos ganar claridad aun en las crisis, de hecho, las crisis son momentos desafiantes que nos obligan a decidir. Claridad no significa un conocimiento total de las circunstancias, sino la vocación por saber qué es lo que haremos. ¿qué queremos de país?, ¿tenemos claridad en la imagen de México en el futuro? Claridad en el diagnóstico para construir el pronóstico.

Confianza. La confianza no es una acción, es un ambiente que se construye o destruye con acciones. Somos desconfiados, seguramente por los motivos más ciertos que cada uno tendrá. Pero esa desconfianza por los otros, nos hace desconfiar por todo. No podemos andar sin confiar, un paso es un acto esperanzador motivado, confiado en que avanzamos, la imagen del futuro, ¿confiamos en ella?

Compromiso. Nos convence lo que nos conviene dijo Aristóteles, y el compromiso es la virtud de cumplir lo prometido. No podemos andar prometiendo sin la claridad de saber el desenlace, el precio es la confianza. Hacer un compromiso es la esencia política, cumplirlo su mayor mérito. Decimos que prometer no empobrece, pero si lo hace y de la más duradera forma. Priva del mérito y destruye.

Lo interesante es aplicar claridad en las promesas para generar ambientes de confianza. Construyamos el discurso ideal, aquel que describe que es lo que queremos contra la corrupción, sin claridad no puede haber confianza y el compromiso será entonces parcial. Afrontar el desafío de tener un mejor país exige cumplir, que la palabra retome su usual sentido, es vivir con promesas, pero con promesas cumplidas. Cuando ocurre a la inversa y se incumple el compromiso, se daña la confianza y el desinterés impide exigirnos claridad. Vivir con la claridad para confiar es vivir comprometido.