Héctor A. Gil Müller

Imprimar es un término utilizado para referirnos a la preparación de aquello que ha de ser pintado. Consiste en preparar y disponer lo necesario para posteriormente imprimir la imagen o color deseada. Aunque no estamos muy familiarizados con el término, si lo estamos con los efectos, vivimos este fenómeno cotidianamente. Así ocurre con las palabras, algunas se olvidas y otras nuevas surgen, recientemente la RAE realizó 2,557 modificaciones a definiciones e inclusiones de nuevas a su diccionario, ya existen oficialmente: trolear, emoticono y COVID entre muchas otras. Imprimar aunque ya se definía ha quedado rezagada a vivirla y no a usarla.

He insistido en la importancia de combatir el lastre de la corrupción, es algo que sabemos que no queremos, pero seguimos sin encontrar aquello que queremos. Te reto a encontrar el antónimo de corrupción, difícil ¿verdad?, por ello han acabado por construirlo como anti-corrupción. Esa ausencia daña la visión, pues entonces no buscamos; huimos. 

La corrupción se ha fijado en la política a tal grado que borramos y aniquilamos cualquier cosa que se etiqueta con la misma, eso es un error y es grave, pues estamos condenados a involucionar abandonando la evolución víctimas de una revolución. Aplaudo y festejo cualquier combate a la corrupción, ello debe permear y ser la vertical de las acciones, pues la justicia nos racionaliza y nos advierte de límites infranqueables. Sin embargo, cuando la corrupción no es causa se vuelve excusa y daña aún más, se lesiona la esperanza y la justicia se olvida.

La perpetua voluntad de una nación se expresa en su propio sentimiento de justicia. El diseño de la misma nos recuerda porque se lucha y por qué no se lucha, la corrupción niega esa justicia. Además, la pobreza, la cual no es económica, no admite razones, porque la necesidad no se sacia con argumentos, se sacia con bienes y cuando los bienes escasean los valores se vuelven cosas. 

Señalo entonces, que el combate a la corrupción debe permear como directriz de todos los comportamientos viables de una entidad, pero cuando la corrupción existe, la impunidad abunda y la riqueza se observa, no por un fruto sino por un botín, el pueblo revoluciona, madurando ya no la idea, sino la emoción que cubre la idea. Así la justicia se torna venganza, la democracia se vuelve grito, la legalidad se vuelve igualdad y la soberanía se hace promesa.

Imprimar la corrupción es presentarla como antesala, amenazando cualquier construcción con su recuerdo y también la destrucción con su venganza. Pero cuando no entendemos que la corrupción solo es humana, que no es de las cosas, debemos pensar que el combate está contra las personas. 

No es novedad que se posicione el concepto corrupción en un ideario nacional, ha sido la constante en la historia, la primacía de los intereses propios sobre los públicos también es corrupción, la ingenuidad en el servicio público lo es, el aprovechamiento de los puestos, el nepotismo, el despotismo, el anarquismo y la ilegalidad lo son también. Todas las hemos vivido y las seguimos viviendo, porque no hemos suplido lo que no queremos con lo que realmente queremos. Algún día sabremos si el águila verdaderamente cazaba una serpiente. 

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.