Héctor A. Gil Müller

La constancia de una pequeña gotera quebranta la más dura roca, una reiterada intención tiene grandes posibilidades de obtener el triunfo, como enseña Esopo en la fábula de la liebre y la tortuga, en la que la perseverancia del reptil tuvo mayor mérito que la soberbia placidez del mamífero.  

En la vida se requiere encanto, talento y perseverancia para cosechar los éxitos, alcanzar los méritos o hacernos del triunfo, pero si adolecemos de alguno o algunos de los elementos que no sea de la perseverancia, ya que este no suma, sino multiplica. Perseverar es alcanzar. La cosecha, que es resultado de una espera perseverante, siempre da según lo sembrado, en mayor medida que lo sembrado y después de haber sido sembrado.

En la política y en la vida pública resulta igual. La perseverancia da muchas cosas, si los movimientos de protesta perseveran darán resultado, así como han dado ciertas maniobras o políticas públicas. No se puede desestimar ningún esfuerzo por más leve que este sea si perdura en el tiempo. Abraham Lincoln desde los 21 años perseveró y fue sumando incontables fracasos políticos y empresariales hasta que a los 52 años se convirtió en presidente de los Estados Unidos. El Presidente López Obrador es un ejemplo de constancia, tras 3 campañas presidenciales y la manutención de un movimiento unificado por el hartazgo y la sensación de odio y opresión.

Perseverar se fortalece conforme a la visión que se tenga, si desconocemos lo que queremos nos quedará solo la rutina, mal aliado para la constancia. Avanzar a lo esperado y deseado es congruencia. Surgen entonces las preguntas: ¿Qué busca FRENA?, ¿Cuál es su visión de país?, ¿Qué busca AMLO?, ¿Cuál es su visión de país? Ignorante como lo soy no alcanzo a responderme ninguna de las preguntas, porque a duras penas puedo entender una visión propia, pero son importantes si en ambos casos la perseverancia parece estar presente. Sin una visión que proyecte un propósito, cualquier esfuerzo es pasajero. El liderazgo que se evidencia con el apoyo una colectividad es resultado de un propósito que nos convence y proyecta una visión a la que inyectamos pasión para mantener la inspiración e influencia a otros. Tomemos un tiempo quieto y a la luz de la información que hoy tenemos, de cumplirse todos los propósitos, sin obstáculo alguno, ¿Qué pasaría?, no podemos perseverar sin saber la visión. Sin comunicarla o entenderla. Ambos fallan en eso.

Cuando graduó de Radcliff College en la Universidad de Harvard, Hellen Keller llamó la atención de muchos medios de comunicación que querían retratar la nota de la primera persona sordociega en conquistar un título universitario. Entrevistada al final de la graduación, uno de los reporteros le cuestionaba sobre lo peor que había vivido en su trayecto como universitaria, esperaba una respuesta que le relatara todas las complicaciones, problemas, injusticias, frustraciones e incluso heridas que cualquier persona con competencias disminuidas, comparado con uno, hubiera sufrido. La srita. Keller pensó un poco su respuesta y con total tranquilidad y seguridad que le caracterizaba le dijo: “Solo hay algo peor que ser ciego, y es no tener visión”.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.