Héctor A. Gil Müller

La Organización Mundial de la Salud lleva tiempo utilizando la palabra “infodemia” para referirse al peligro por la sobreabundancia de información falsa y a su rápida propagación actual.

Hace mucho tiempo que la información dejó de ser la base de la sabiduría, incluso del conocimiento, el concepto que la información es poder ha sido mermado para ahora incluírsele; que la información veraz es poder. Sin embargo, en nuestra cotidianidad y bajo nuestra debilidad, hemos continuado trayendo poder solamente con la información.

Nos gusta ser los primeros en los grupos en compartir los testimonios italianos o españoles, hemos compartido del médico chino que da la cura y el medico chino que ve imposible la cura. Hemos compartido información cierta y también falsa, pero eso no importa si se es el primero en compartir, pero lo cierto es que importa.

Esta pandemia ocasionó fuertes cambios y evidenció grandes debilidades, no muy diferente de lo que han hecho las pandemias en el pasado. En un brillante artículo sobre el impacto del coronavirus en el ambiente universitario, Jack Stripling señaló: “Rito, Ritmo y comunidad, lo que mejor hacemos las universidades, fue lo que Coronavirus atacó”. Estas competencias también sufrieron en la vida diaria, y en cada cambio sobreviene un vacío.

Los vacíos tienden a llenarse, ese es un principio físico, pero está presente también en nuestras necesidades de información. Ante preguntas que aún no se pueden contestar, llenamos de información.

Es una condición tan humana, con la que se busca agradar a otros, las noticias siempre endulzan el oído, y ha acompañado muchos episodios de la historia.

Saúl, el primer rey de Israel, se encargó de hacer la vida imposible a David, quien se convirtió tras su muerte en el segundo rey. Sin embargo, aunque Saúl cayó en batalla e imposibilitado para escapar decidió morir aventándose en su propia lanza. Un Amalecita decidió contarle a David, que el mismo había matado al rey. Con esta falsa noticia seguramente buscaba congraciarse con el valiente David.

David actuó sabiamente y no solo desoyó el rumor, sino que además sancionó al engañador. Resulta evidente que las falsas noticias tienen también un trágico final, el encanto o desencanto que producen no está soportado en la verdad y siempre la verdad ha de salir.

Pero en esta contingencia en que nos tenemos solo a nosotros, la mente busca llenarse y las redes sociales son medios idóneos para compartir sin ningún filtro, sin ninguna censura y llegar a cualquiera con la necesidad de hacerlo. Un solo dicho por redes sociales sobre una medicina para el Covid19 acabó con una común medicina para el lupus,

Pero hay que saber también que en este momento estamos ante lo desconocido y debemos entender que hay cosas que aún no se conocen, y no se conocen no porque no se difunda, sino porque aún no se expresa. Ese saber debe frenar ese apetito por difundir, y aumentar el apetito por conocer.  

En tiempos de silencio, todos escuchan al que más fuerte habla, aunque no tenga una verdad que decir. Y a la infobesidad y la infoxicación se suma ahora la infodemia.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a sus órdenes.