Héctor A. Gil Müller

En 1980, Vigdis Finnbogadóttir fue electa como presidente de Islandia, convirtiéndose en la primera mujer electa en el mundo como jefa de una democracia. Vigdis provenía de la escuela de teatro, pasaba su tiempo enseñando esa disciplina y también francés. Madre soltera y divorciada posteriormente, logró romper con muchos estereotipos del momento, se mantuvo en el gobierno por 16 años, en tres ocasiones fue reelecta. Ganó con el 33.6% del voto nacional compitiendo contra 3 candidatos masculinos.

Pero la elección de Vigdis empezó 5 años antes cuando las mujeres en Islandia organizaron un paro nacional, protestando por una diferencia evidente del 40% menor de su sueldo comparado con hombres que desempeñaban la misma función. Este movimiento reunió el 90% de las mujeres que trabajaban en el país. Se detuvo la actividad en bancos, escuelas, guarderías y fábricas. Los hombres tuvieron que ocupar el lugar de trabajo que iban dejando las mujeres que se unían al paro. Cinco años después Islandia elegía por primera vez a una mujer como presidente.

Y ese no ha sido el único movimiento femenino exitoso y con consecuencias más allá que las inmediatas, las cigarreras en Madrid, cuando 4 mil mujeres en 1857 marcaron la pauta de los derechos laborales femeninos, en Bolivia 4 mujeres lideraron el movimiento que en 1978 derrocaría al dictador Hugo Banzer.

Estamos muy cercanos ya al 9 de marzo, fecha en que se ha convocado el gran paro nacional bajo el estandarte: “el nueve ninguna se mueve”, ese movimiento no solo dejará impresiones ese día, sino que irá más allá, en mi opinión.

Hay un vacío que se sigue ensanchando de liderazgo, el liderazgo como un proceso para dar resultados no es suficiente que cuente con un líder, requiere más, requiere resultados. Ese vacío sigue buscando nuevos perfiles que curen nuestras heridas y nos den o salud a nuestras penas o venganza a las mismas. Porque ante cualquier amenaza, nosotros como cualquier ser vivo, o atacamos, nos defendemos, nos sometemos o nos paralizamos.

México ha construido liderazgos que nos han sometido y nos han paralizados, no maduramos por completo del tlatoani y el virrey cuando nacimos con unos fórceps a una vida republicana que no era nuestra aspiración, desde entonces hemos tenido liderazgos que se empeñan en un país liberal, innovador y equitativo, cuando tenemos una sociedad conservadora, desigual y profundamente rutinaria. Hemos procurado cambiar bajo el imperio solitario y sencillo de la ley, bien decía Platón, “la ley se escribe en la arena y la costumbre en granito”.

El país cambia, la sociedad cambia, y muchas estructuras políticas anquilosadas no fueron sensibles al cambio, no cambiaron cuando debían cambiar, sino que ahora pretenden cambiar cuando tienen que cambiar. Pero en la ecuación sigue sin encajar nuestra cotidianidad, veo que este movimiento nacional del 9 de marzo nos recordará eso, la cotidianidad. Pero el 10 de marzo nos debe recordar la necesidad.

Pero volvamos al lamentable suceso de una ausencia de liderazgo en varios niveles, en la sociedad civil, en la política y en diversas esferas, pero el liderazgo no es una persona, es una necesidad, por lo que si desaparecen poderes absolutos aparecen micropoderes o poderes relativos y ese empoderamiento nos está ocurriendo. Creo que no estamos naciendo prematuramente, sino que la sociedad empieza a despertar, a buscar su propia expresión. Atentos a este movimiento nacional, puede evidenciar nuevas estructuras y liderazgos.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.