Héctor A. Gil Müller

Somos extraños en el pensamiento, lo guía la conveniencia. Todos hablan de los derechos fundamentales y pocos empiezan a enlistar las obligaciones fundamentales, olvidamos que todo derecho conlleva una obligación, y seguramente la vida en sociedad sería mucho más sencilla si primero pensásemos en lo que estamos obligados y no en aquello que nos corresponde. Hablamos de la corrupción pública, pero pocos piensan en la existencia de la corrupción privada cuyo lastre es igual de pesado sobre el desarrollo. Hablamos mucho de los beneficios, pero poco de las tolerancias a los agravios. Enlistamos las responsabilidades del funcionario, pero poco hablamos de las responsabilidades del ciudadano. Hablar de la inteligencia artificial aterra a unos y alegra a otros. Por primera vez lo creado ha empezado a crear, con cierta autonomía la tecnología ha ejercido una clara y activa inteligencia, capaz de aprender y producir, lo que antes solo era replicar. Si hay inteligencia artificial, debe haber algo natural, y también algo orientado. El término “inteligencia artesanal” se ha utilizado para referirse a la dignidad creadora del ser humano, a su habilidad artística, pero también debemos verla como la antesala a lo artificial, lo artesanal. Una inteligencia basada en lo cotidiano en lo regular, en las decisiones íntimas que tomamos para hacer de nuestra vida algo llevadero.

La inteligencia artesanal nos remite a lo obvio. Un valor también despreciado. Facilitar para extender. Juzgar para resolver, preparar para ser y estar para saber. Parecen obviedades que se olvidan y la consecuencia es complicar pretendiendo extender. Hoy queremos saber sin siquiera estar y hacemos políticas públicas sin entender los entornos y contextos. Las consecuencias son siempre difíciles, parecen resultado del azar y no la conclusión de un proceso. Un claro ejemplo de esperanza sobre los procesos es pensar en los “abrazos no balazos”, es decir guardar la estrategia para esperar que el tiempo sea quien haga las cosas. No menciono que la reacción sea la misma fuerza, puede quizá no serlo, pero debe haber una estrategia no solamente un tiempo. El tiempo es un buen maestro, pero mata a todos sus alumnos.  

Los pueblos originarios resolvían las cuestiones con mucha obviedad. Castigaban y sin miramiento, Los castigos de los aztecas a la corrupción incluían la ejecución, la destrucción de la casa, penas corporales o la destitución del cargo, el castigo era mayor a mayor altura del cargo, los nobles o “pipiltin” que abusaban de su posición eran severamente castigados con la pena máxima y la aplicación del castigo alertaba a todos a no tener miramientos porque la ley es la ley. El rey poeta Nezahualcóyotl tuvo que soportar la condena a muerte de uno de sus hijos por actos de corrupción. De manera segura seguían los “huehuetlahtolli” o antiguas palabras que eran consejos que se transmitían y se hacían obvios entre los ciudadanos.

Ojalá seamos mas artesanales y no artificiales, aunque al ser humano le fueron dadas muchas inteligencias como la espacial, la verbal, la emocional, ojalá cuidemos y procuremos la política. Escribió Groucho Marx que; “inteligencia militar son dos términos contradictorios”, que no sea en nuestro caso pensar y hacer, para otros, para nuestro México.