Gerardo Moscoso Caamaño

Todo el que persevera sabe que la victoria es suya.  Pero el que muere esperando muere vencido, y tal vez ni le sirve siquiera de alivio lo que dice aquel poema de Salvador García Bodaño, “Yo sé que para aquella derrota, hay una victoria, aguardando” . 

Le importa a nuestra vanidad, a nuestro deseo legítimo de reconocimiento, aunque los dos suelen encontrarse tan mezclados que casi nunca es posible distinguir el uno del otro.  Algunas veces los mejores sueños se cumplen, los anhelos que parecían más imposibles: sólo que quién deseó y soñó, ya no llega a saberlo, porque en la espera, por ejemplo del emigrante para regresar a su tierra, se le fue la vida, y porque el futuro es demasiado largo para la brevedad de la existencia humana. Kafka, Stendhal, Van Gogh, Elena Garro, Manuel Acuña, Cervantes y muchos otros aguardaron sin saber que la victoria era suya y que el porvenir los veneraría. En vida, a Cervantes, por ejemplo, lo despreciaron las figuras más selectas de la intelectualidad de Madrid. 

Seguramente murió pensando que no habría logrado gran cosa, que le había faltado tiempo para escribir lo que soñaba y, en lo personal, recuerdo con algo de lástima y solidaridad la vida de aquel hombre del que sabemos tan poco y a quién admiramos tanto, muerto y enterrado en su pasado lejano, en las vísperas del grandioso futuro que ni siquiera llegó a vislumbrar, y que quizá, en el fondo, al final de su vida, no le habría importado tanto.  Una novela editada, aunque tenga pocos lectores, es algo, existe de una forma tangible. 

Pero una obra de teatro que no se representa está tan muerta como una música que nadie ha tocado, tan muerta en una pausa de vida latente que puede durar para siempre. 

Así, de esa manera, se han quedado enterrados muchos proyectos literarios, teatrales o musicales importantes para trascender con la esperanza de que algún día se les reconozca Las mesas de análisis sobre temas que a todos nos atañen, brillan por su ausencia. 

Se convoca, cuando las hay, a quién no incomode. Hay recursos para que lo inmediatamente mediocre se difunda. 

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