Gerardo Moscoso Caamaño

Una buena receta, en este mes de agosto que celebra a los adultos mayores, debería ser el proteger y patrocinar como miembros de una misma comunidad, la activa participación social, mantener viva la actividad mental, poseer con ellos una personalidad flexible y tolerante, disfrutar de nuevas experiencias, conservar el sentido del humor porque es una poderosa defensa contra el sentimiento de ineptitud. 

El amor es medicina milagrosa.

Bien haríamos en considerar la forma en que hoy estamos llevando nuestra vida, ya que ello afectará la naturaleza de nuestra propia vejez. 

Hay algo muy estimulante en las personas que, por haber hecho una buena tarea en sus décadas anteriores, al llegar a edad avanzada llegan a poseer un gran tesoro de experiencias y de sabiduría. 

En estos casos su discernimiento se vuelve más profundo y extenso con la longevidad.

Si examinamos los años pasados del aprendizaje estudiantil como una primera etapa, y la edad adulta posterior, la madurez, como una segunda fase, y después, los años del retiro, entramos a la tercera edad, que es cuando empezamos a cerrar el ciclo de nuestra existencia. 

Aunque la fuerza física sea menor, mientras nuestra mente esté claramente orientada, podremos hacer que nuestra vida brille hasta el último suspiro. 

Para la gente estúpida que piensa que la vejez es un crudo invierno; para las personas con sabiduría, es “la edad de oro”. Todo depende de nuestra actitud y de cómo enfrentemos la vida.

El propósito de nuestra existencia, hasta el último momento debería ser crear valores. 

No hay vida tan noble como la de aquellos que viven dedicados a algo en lo que creen y luchan animosamente, exigiéndose con abnegación en ir detrás de sus convicciones. 

Los tres Pablos: Picasso, Neruda y Casals, son muy buen ejemplo de ello.

En la vejez, nuestro espíritu puede florecer en estado de juventud, aunque nuestro cuerpo se encuentre casi vencido. Para ello es fundamental que vivamos de manera satisfactoria y optimista, valorando cada día de nuestra existencia.

La muerte es inevitable; por tal motivo, es sensato verla con ojos positivos y considerarla el punto de partida hacia una nueva vida. 

 

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