Gerardo Moscoso Caamaño

Un actor si está bajo de energía durante una función, por las causas que sean, y no la produce y controla, sucede que pierde credibilidad, (verdad escénica) y va desarrollando su trabajo de manera rutinaria, cayendo en un estilo “naturalito,” o, si no, imitando a aquellos personajes que serían su alter ego. 

Si hacen pausas, (eternas a veces), sin contenido emocional, viene la mala actuación y aparece el fingimiento, la falta de autenticidad, de sinceridad y de precisión que todo buen actor o político debería de tener para desempeñar su personaje como creador o aspirante a servidor público del más alto rango.

A los políticos les suele suceder lo mismo que les pasa a muchos actores cuando a fuerza de repetir siempre el mismo choro o texto, se cansan, mecanizan y sacan la función o el discurso adelante porque no les queda de otra, es su chamba.

Me explico: Esto pasa cuando hay mal entrenamiento en la política y la actuación, se desconcentran, y, como consecuencia, aparece el fingimiento, la ocultación (“yo tengo otros datos”), la simulación y el estereotipo, por lo que el pueblo y público, por muy manipulado y desinformado que pueda ser, acaba finalmente, por no creerles.

Esto mismo que les sucede a los malos actores con reiteración, ahora les ocurre en gran parte, a los políticos de la 4T (Jesusa Rodríguez, Sergio Mayer, Olga Cordero, AMLO y su carnal Marcelo, etc.), son pésimos actores. Muchos de ellos ni saben conferenciar ante la gente. Obsérvelos bien, analícelos a fondo y saque sus conclusiones.

Hay que prepararse para enfrentar al público, tener pasión por su trabajo, buena dicción, proyección de voz, resistir los embates que, para bien, (aplausos, halagos, hurras, vivas, bravos y demás adulaciones), o para mal, (abucheos, mentadas de madre, bolsas con orines o rechiflas), reciben de la gente a la que políticos o actores se quieren dirigir.

Pero, sobre todo, debería de haber una elemental congruente entre la palabra y la acción, una verdad tan palpable para la audiencia a quienes se dirigen para que no quede un resquicio de duda en la credibilidad del orador o del histrión. 

 

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