Gerardo Moscoso Caamaño

Hace ya mucho tiempo que el poder del conocimiento se ha ido transformando en el conocimiento del poder. 

La ciencia contemporánea, heredera experimental de la religión de la edad media, cumple, respecto a la sociedad de clases, las mismas funciones: contrarresta, con su eterna inteligencia de especialista, la mañanera “gansada” en los medios de comunicación.

Hoy, la toma de conciencia de muchos jóvenes, el escepticismo del mundo de la política de otros tantos adultos; el desencanto, la desesperanza y la decepción de la que se presume echándole implícitamente la culpa de todo lo que nos ocurre a los demás, no es sino un pretexto para justificar la débil democracia que hemos construido como sociedad entre todos los mexicanos. 

Ley de causa y efecto.

Ahora, todo eso, evidentemente, nos sume en el mal humor, el hartazgo y el exabrupto. Se diría que nuestra democracia nos ha servido esencialmente para darnos cuenta de lo que ocurre en ella. 

La violencia, el encarecimiento de la vida, el desempleo y la putrefacción social van aumentando nuestros niveles de irritación, de enojo o de resentimiento contra los demás, a los que hacemos responsables de nuestra propia enajenación. 

Así es fácil ser pasto de dogmas y caer en posiciones de fanatismos. 

Se está peligrosamente polarizando a los mexicanos. Lo que se nos dice por las redes sociales, en los noticieros o programas de televisión, se suele creer a ciegas porque la capacidad de discernimiento que otorga el análisis proveniente a su vez del conocimiento profundo, no es nuestro fuerte.

Actualmente es una situación insostenible, hay un caos altamente industrializado, que suministra a muchas personas autos, aparatos electrodomésticos, computadoras, etc., pero que no satisface, en cambio, las más elementales necesidades humanas de las mayorías, como espacios habitables, servicios de salud, agua potable, alimentos, educación de calidad y cultura

Es el momento de la imaginación, en cuanto a proyecto de gobierno que pueda concretarse en el futuro, por medio del voto, en acciones precisas, en la defensa, como objetivo último, de una sociedad más justa, que produzca en paz, que trabaje mejor, que sea más consciente y participativa, y sobre todo que promueva la ética. 

 

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