Gerardo Moscoso Caamaño

México, es muchas realidades a un tiempo con todo el potencial para poder convertirse en uno de los laboratorios de la sociedad futura, porque aquí confluyen la cultura mesoamericana, la europea, la árabe, la oriental y la influencia definitiva de la norteamericana.

Precisamos en estos momentos conservar la serenidad, los valores y tradiciones que contrarresten el individualismo feroz, la pelea por el botín y el saqueo del poder, poniendo en riesgo los enormes y costosos esfuerzos que se han hecho a lo largo de muchos años para crear instituciones ciudadanas y democráticas.
En parte, se debe a que se ha olvidado que el hombre no es solo hombre de la naturaleza y de la economía, si no el hombre de la cultura y del conocimiento. La mejor manera de vencer obstáculos es enfrentándose a ellos. Hay que ser valientes e investigar como de verdad son las cosas. Se ha expulsado al hombre del centro de la vida, para reemplazarlo por el dinero. Toda la cadena consumista condena a los críticos de éste sistema y favorece y protege a los defensores del mismo, con lo que cada vez son más los que se rinden ante ello.
Si no se contrarresta esto, es imposible reclamar que la sociedad sea honesta, madura y que regenere la tan necesaria ética. Una clase política inculta, convierte en una pelea bestial el acceso al poder. La riqueza verdadera, es hija del conocimiento.
Pero para que el conocimiento escape al control de unos pocos y se democratice, responsabilice y multiplique, es preciso que los conductos informativos sean amplios, honestos, libres y descentralizados. No hay que conformarse, Hay que estar alertas.
No venderse. Hay que pensar, discutir, criticar, volver a pensar. Es esa batalla, la del pensamiento crítico, la que jamás debe abandonarse. Más que una batalla es una lucha que continúa, que hay que mantener contra la crisis social y política que se avecina.
Esto exige una resistencia incesante, un análisis minucioso del que surja una síntesis superadora. Esta experiencia que nos toca vivir hay que aprovecharla para construir a la luz de la razón y no de las ocurrencias, una nación unida y sólida.


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