Gerardo Moscoso Caamaño

Uno se cuestiona sobre la situación actual de nuestro país, sobre la crisis de credibilidad en las instituciones políticas de México y no puede dejar de reflexionar sobre la llamada crisis de la oposición.  Correspondería a los partidos centrar todas las actividades inmediatas articulándolas en un solo eje -el eje de su política- exponer las mismas ante los ojos de sus militantes mediante su preparación ideológica. La escisión entre la teoría y la práctica que se inserta en la crisis general de la mayoría de los partidos da como resultado una escisión constante entre los que piensan y entre los que hacen. 

A esta falsa concepción de la militancia se debe oponer allí la “verdadera”, es decir, dotar al militante de un instrumento probado y de acción, que es el partido. Los partidos debieran ser instrumentos serios, de conocimiento y acción consecuente, sin embargo, por lo general en México, son simples herramientas de ejercicio clientelar, mientras que sus mecanismos de conocimiento están anquilosados. 

El instrumento de conocimiento incuestionable del que habría de otorgársele es conocido, se trata simplemente de “hacerlo pasar a la base”, de tal forma que, en cada momento, y aunque la dirección del partido no pueda ocasionalmente controlar todo, cada uno de los militantes pueda tener perfectamente interiorizada la conciencia de la verdad que no permita el desaliento. No es la militancia participativa la que está en crisis, sino la organización de los partidos. 

Los militantes con preparación, conocimiento y compromiso no cesan por lo general de inventar nuevas formas de lucha o de ruptura, en éste o aquel frente, dentro y fuera de los partidos. De lo que se trata es que esta capacidad no quede enquistada en la castración de la bisagra burocrática.  Los movimientos del tipo “base contra cúpula” que en algunas instituciones se empiezan a manifestar, son un muestrario en este sentido. 

No se trata de defender ninguna alternativa espontánea u oportunista, solo se trata de señalar una insuficiencia en el campo de acción y la atención que se debiera exigir para los nuevos mecanismos y redes de lucha que nacen al margen de las organizaciones caducas que hasta ahora, no han podido lograr crear una verdadera oposición a la administración federal.

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