Gerardo Moscoso Caamaño

En días pasados una amiga actriz desde la ciudad de México me advertía de los riesgos que acechan al gremio de trabajadores del arte y la cultura que conformamos los creadores que laboramos en provincia, tan desprotegidos por estar en una región tan lejana de la capital del Estado y más lejos, aún más que Angola, de la Secretaría de Cultura de la 4T. 

Esta voluntad de peligro, porque sí, es cierto, uno se juega el trabajo, el nombre, el físico y hasta alguna de las amistades siendo crítico, no traidor, asunto que se debiera traducir como vocación de servicio y diligencia para con las instituciones, que no acaban de entender que nuestro esfuerzo y responsabilidad debiera ser parte importante del proyecto social del Gobierno Federal y del Estado de Coahuila.

A esta Comarca nuestra, donde mucho se cacarea por un poco de vértigo del poder local y acaba “arreglándose” todo por un asequible salario, hay que sumarle ese subproducto de clase de nuestra época que es el mundo provinciano de los mediocres, reclutados para dirigir algunos centros culturales por su gris adaptación a la rutina, dóciles por sus escasos méritos profesionales, pero eso sí, algunos, abusando de relaciones o nepotismo, con intereses pretenciosos de poder y de dinero, obedientes hasta la inercia y el vasallaje, y que, por si fuera poco, suelen estar en disonancia con el trabajo creativo de los artistas locales. 

Hoy, como antes, la vida exige siempre empezar a vivirla.  Como en el teatro. Eso es lo que hay que hacer con la cultura y sus derivaciones después de esta contingencia allí donde sea necesario.

Rescatar al arte de una memoria distorsionada y convertirlo en un arma cuyo riesgo sea darle vida y resistencia a la pandemia que nos ocupa. Lograr, todos los creadores unidos, concebir un foro cultural que alcance a todas las zonas de nuestra región, que llegue a los que ni siquiera saben que necesitan alimentar el espíritu y a los que creemos que merece la pena mejorar su precaria existencia.  Menos blá, blá, blá y más acción, como decía Ludwik Margules.  Ya es hora de que creadores y promotores nos aproximemos sin tapujos ni simulaciones, que intercambiemos experiencias y puntos de vista para tratar de sentar una alternativa conjunta a la peculiar situación que nos amenaza.

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