Gerardo Moscoso Caamaño

Nuestra mente necesita ahora, generar esperanza, ilusión y unas cuantas descargas de felicidad que puedan producir la lucidez necesaria para no resbalar y partirse la madre en estos tiempos cívicamente pobres.

El sentido del humor es capaz de volver la realidad deslucida, maligna e incolora, en una película digital con estrellas seductoras; también tiene la habilidad para transformar con lo mínimo, espacios cerrados y claustrofóbicos en amplias habitaciones llenas de aire fresco. Reparte y comparte por igual éxitos que fracasos, y disminuye el impacto del fanático enemigo; al sufrimiento le otorga la atención necesaria; no se deja vencer por el dolor, porque tiene la certeza de que todo pasará.

Aquel que está animado recuerda con detalle las ayudas recibidas, a los amigos leales, las situaciones divertidas, los techos donde refugiarse durante las tormentas. Sin embargo, el olvido, paradójicamente es otra de sus peculiaridades principales: olvida con admirable facilidad aquello que obscurece el horizonte, los sucesos que pueden ensombrecer su presente. Y singularmente en este olvido selectivo, el optimista no padece ansiedades ni angustias: su purificación es el sentido del humor. Se ríe constantemente de sí mismo, y también de aquellas cosas consideradas serias en esta vida. Se ríe hasta de sus contradicciones, de sus defectos, casi sin problema.

Quienes ostentan sentido del humor no poseen una naturaleza definida, no pueden definir su sexo ni su edad, tampoco hablan lenguas ni necesitan viajar de un lado a otro para sentir cualquiera que sea el corazón que tiene enfrente.

A los optimistas también los definen su capacidad de adaptación, su universalidad, su rapidez para ofrecer soluciones en las circunstancias más variadas y con la gente más dispar. Siempre generan una solución posible, y a diferencia de los habladores o de los pesimistas, cada decisión tomada va acompañada en todo momento de la perseverancia, al precio que sea: los optimistas no se detienen hasta encontrar la mejor solución posible; la planifican, la siguen y la persiguen hasta obtener resultados satisfactorios. El sentido del humor no depende de nada ni de nadie; es, por su propia esencia, una actitud de libertad.

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