Héctor Reyes

En medio de una profunda crisis de salud pública, el ala radical del Partido Republicano ha transformado una droga sintética en la piedra angular de su estrategia con miras a las elecciones de 2024. 

Más barato, más letal y más difícil de detectar, el fentanilo se ha afianzado como el nuevo protagonista de la guerra contra el narcotráfico y del pleito entre los sectores más conservadores de Estados Unidos y el Gobierno mexicano en las últimas semanas. Desde la perspectiva de trumpistas y políticos de línea dura, México es el culpable de la epidemia, el que no hace lo suficiente, el que protege y abraza a los carteles. Es el “tema” nuevo del que buscan sacar tajada política. 

Del otro lado de la frontera, el presidente Andrés Manuel López Obrador no piensa quedarse con los brazos cruzados y no tiene reparo en ridiculizar y desmentir las acusaciones “muy” a su estilo, incluso, ha movilizado la mayor red consular del mundo para contraatacar y convencer a millones de votantes de que no voten por los candidatos que enarbolan un discurso antimexicano.

Como con Donald Trump y el muro fronterizo, liderazgos republicanos como Ron DeSantis, el gobernador de Florida y aspirante presidencial, han culpado a los inmigrantes de traficar drogas. “Tenemos a gente cruzando ilegalmente de todos los países del mundo. ¿Y eso qué nos ha traído? Ahora, la principal causa de muerte entre personas de 18 a 45 años son las sobredosis de fentanilo”, dijo DeSantis el año pasado. Un 53% de los estadounidenses estaba de acuerdo con que había una “invasión” de la frontera sur y el 39% afirmaba que la mayor parte del fentanilo en Estados Unidos era traficado por inmigrantes ilegales, un porcentaje que se elevaba hasta el 60% entre los republicanos a pesar de que es una afirmación falsa, según una encuesta de Ipsos de agosto pasado.

“Si no cambian su actitud y piensan que pueden utilizar a México para sus propósitos propagandísticos y politiqueros, nosotros vamos a llamar a que no se vote por ese partido”, advirtió López Obrador en marzo pasado. Las fricciones entre ambos países por la inseguridad son permanentes, pero la última disputa se fraguó a principios de marzo, cuando se dio a conocer que cuatro estadounidenses habían sido secuestrados en la ciudad fronteriza de Matamoros. Dos fueron hallados muertos, uno herido y otro a salvo. Las críticas a la política de Seguridad del Gobierno mexicano acabaron por resucitar la propuesta de que Estados Unidos declarase a los carteles del narcotráfico como grupos terroristas, lo que permitiría al Gobierno de Joe Biden emprender operaciones militares fuera de las fronteras de su territorio.

La idea no era nueva. Se barajó y se desechó como una posibilidad durante las Administraciones de Barack Obama y Donald Trump, pero, de a poco, cobró fuerza entre los grupos más conservadores del Partido Republicano. Al principio era fácil hacer caso omiso de ella como una proposición extravagante sin perspectivas de prosperar: que el Ejército de Estados Unidos atacara los laboratorios y a los traficantes de fentanilo en México, con o sin el permiso del Gobierno mexicano, para luchar contra una lacra que en 2021 se cobró la vida de decenas de miles de personas en EE UU. La premisa era clara: Washington tenía que hacer justicia por mano propia. “Lo único que queremos es enfrentarnos finalmente a los poderosos grupos criminales que aterrorizan al pueblo mexicano, sobornan y amenazan a los políticos mexicanos y envenenan a los estadounidenses”, declaró el congresista texano Dan Crenshaw.

Aunque fue descartada de inicio por el Gobierno de Biden, López Obrador dejó claro que la propuesta era inaceptable y ajena al derecho internacional. “¿Qué se creen estos mequetrefes, intervencionistas, prepotentes? A México se le respeta”, reviró el mandatario. El presidente mexicano aprovechó las críticas para abrirse un margen y lanzar las propias. Primero, contra los republicanos, para recordarles que el país “no era un protectorado ni una colonia de Estados Unidos”. Después, pese a asegurar que las relaciones bilaterales gozaban de buena salud, se lanzó contra el papel que han tenido agencias como la DEA y el Departamento de Estado en territorio mexicano con declaraciones como “México es mucho más seguro que Estados Unidos”, “Aquí no se produce fentanilo” o “Ningún país combate el tráfico como México”, esta última declaración en palabras del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.

El Gobierno mexicano estira la liga bajo la premisa de que la Casa Blanca no se puede dar el lujo de cortar la cooperación con su vecino, tan es así, que una representación mexicana está en Washington.

Ayer jueves, por la tarde, la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, insistió en señalar que los precursores usados para fabricar el opioide sintético proceden de Asia, esto ante Elizabeth Sherwood-Randall, encargada de la estrategia del Gobierno de Estados Unidos para atender la crisis del fentanilo.

Rodríguez, quien encabeza la delegación mexicana que se reúne con sus pares de Estados Unidos y altos funcionarios de Canadá, también dijo que México no produce armas de fuego, pero sí padece la violencia que generan.

¿Como acabará estos días de enfrentamientos verbales entre ambos países? ¿Cual será la reacción de China? Atentos.

Buen fin de semana, la frase: “A quien te trate bien, tratale mejor”. ¡Ánimo!.

 

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