Héctor Reyes

Las Fuerzas Armadas, están en su papel. 

Los enfrentamientos con delincuentes y las detenciones siguen siendo tan comunes como en los tiempos de la "guerra contra las drogas", que oficialmente ya terminó.

Lo vimos este 9 de agosto con la aprehensión de Ricardo Ruiz Velasco, el Doble R, operador del Cártel Jalisco Nueva Generación en el Occidente y el Bajío.

La respuesta a las detenciones de esta semana, fue una oleada de violencia en la que los miembros de la organización quemaron taxis, autos particulares, autobuses y comercios durante horas. Estas acciones empezaron en Jalisco, pero se extendieron a distintos puntos del estado de Guanajuato.

La guerra contra las drogas no ha terminado. La Secretaría de la Defensa, que hoy lleva la batuta en este conflicto, ha señalado que de diciembre de 2018 a al 31 de julio de 2022 han sido detenidas 27,194 personas por delitos de narcotráfico. En el mismo periodo se han decomisado 470,027 kilogramos de marihuana, 37,760 de cocaína, 712 de goma de opio y 1,065 de heroína. 

Probablemente en el discurso del Presidente, pueda haber todavía la frase: “Abrazos, no balazos”, pero los hechos marcan otra postura y acciones.


Hay que destacar, que a pesar de la retórica de los políticos en el poder, las Fuerzas Armadas convertidas en policía federal sigan combatiendo al crimen organizado. 

Es imprescindible acabar ya con una guerra que no se puede ganar, si no se juntan varias disposiciones, pero, esta guerra genera una violencia constante que afecta no solo a los narcotraficantes sino a la sociedad en general. No se pone fin a una guerra, sin embargo, con simples declaraciones políticas. En lugar de defender una estrategia quimérica de abrazos y no balazos, debemos tomar ya medidas concretas para despenalizar las drogas.

Los abrazos no han servido de nada, al contrario. Se comenta que hay una presión importante del Gobierno de los Estados Unidos, para que se ataque al narcotráfico.

Apenas un par de días después de la reunión del presidente López Obrador en Washington con su homólogo estadounidense, Joe Biden, el límite de la estrategia de “abrazos, no balazos”, que el primero ha adoptado como línea de acción frente a la delincuencia organizada en el país –particularmente violenta y sanguinaria–, parece alcanzar su límite.

Este no estaría tanto impuesto por la crudeza y multiplicidad de sucesos de violencia que se dan cada día en nuestro País y que se puede apreciar a diario en los noticiarios. 

Hechos que abruman a una sociedad acorralada entre los disparos y desmanes de delincuentes, y la sonrisasocarrona de un mandatario que afirma que lo expuesto no es tan grave y lo desestima como mera manipulación de sus adversarios políticos, los conservadores, a los que encuentra en todo el espectro de actividades y tendencias ideológicas: caben por igual periodistas, académicos, religiosos, activistas de derechos humanos, organizaciones civiles, etcétera.

El límite de la estrategia parece que llegó a su fin por la presión estadounidense.

La Administración de Biden enfatizó su interés por que el Gobierno mexicano tome acciones para evitar el flujo de fentanilo desde México.

El 15 de julio fue detenido el famoso tarficante Rael Caro Quintero, aquel que ocupó un lugar notorio en la historia contemporánea de esta actividad: se le atribuye el asesinato de Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA, y del piloto mexicano Alfredo Zavala, en Guadalajara, Jalisco, en 1985. Sus socios e implicados en la misma muerte, los sinaloenses Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Carrillo.

Sería muy preocupante, que el gobierno simplemente (como ha pasado) decidiera no aplicar la ley y empezará a repartir abrazos entre los delincuentes. Lo anterior no significa, sin embargo, que no debamos tomar medidas para atacar de fondo el problema de la violencia que sigue, a pesar de los distintos dichos, sufriendo nuestro país.

Buen fin de semana, la frase: “Si tienes miedos, vencelos”. ¡Ánimo!

 

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