Héctor Reyes 

La navidad siempre será para un niña o niño, una fecha muy esperada, principalmente por los regalos que trae Santa Clos, de niño tengo gratos recuerdos de mis navidades con mi familia, los cuales quiero compartir.


Por lo regular, en estas fechas viajábamos a Torreón a pasar la noche buena y la navidad con la familia de mi mamá, posteriormente, el año nuevo sería en la Ciudad de las 3 mentiras, ni es ciudad, ni es Valle ni es Hermoso, me refiero a Valle Hermoso Tamaulipas, despues les cuento las historias de ese lugar.

 
La salida a Torreón era por regular el día 23 o 24, en aquella camioneta Chevrolet blanca con camper, de 4 velocidades que tenía mi papá, el día arrancaba con la preparación de todo, ropa, regalos, comida y demás... ahhh y que no se le fuera a olvidar nada a mi mamá, por qué ahí sí que había problemas.


Al salir, cuando éramos unos niños se hacía una rifa entre mis hermanas y yo para ver quién se iba delante de la “súper camioneta” en trayectos de 90 kilómetros y los otros dos, en la parte de atrás, en ese tiempo no había autopista, el viaje era en la “libre”, así, mi papá se tenía que parar en Jalpa, (de repente en paila, a una escala técnica) en la Virgen y al último que le tocaba, ya era el o la que llegaba por delante, esas paradas eran para hacer el cambio de “pasajero vip”, eso sí, todos parejos, en distinto trayecto.


La ilusión de llegar a Torreón era tremenda, como buenos niños, con la familia para ese gran festejo y los regalos.


La noche del 24, antes que todo y primero que nada, nos íbamos a misa toda la familia, a la Iglesia de Guadalupe, recinto donde se colocaba (espero que todavía lo hagan) un grandioso nacimiento, aquella iglesia monumental ubicada en las calles de Ramos Arizpe y la Juárez, de grandes recuerdos para nosotros.


Después venía lo bueno, disfrutar de la comida que año con año se preparaba, un sabroso consomé, con una rica pierna de pavo era lo que más anhelaba en ese tiempo, los demás platillos no eran de mi gusto, excepto el puré de papa, en eso daban las 11 o 12 de la media noche y mi abuelo, Don Balta, salía al patio a tirar “balazos”, aunque no era Año Nuevo, él lo hacía, decían que era una tradición de el, la verdad yo nunca le pregunté, pero haaa como lo hacían enojar a mis tías, pobre de Don Balta, aunque a él creo que no le importaba después, hasta donde tengo memoria.

Llegaba la hora de dormir y esperar los tan ansiados regalos, los cuales nunca faltaron gracias a mis padres y familiares.

¡Éramos los niños más felices! 

Los días siguientes eran un festín de reuniones y pláticas, acompañadas de los paseos tradicionales, como el ir por un agua de raíz a la plaza principal o alguna “comprita” a la Ciudad de París o al puerto de Liverpool, ahí en el centro.

Fueron épocas muy especiales, las cuales quedan marcadas.


Después emprendíamos el regreso, nuevamente la rifa, pero eso sí, recargados de las convivencias familiares y “of course” de regalos. 


Hoy, esa historia se repite con mis hijos, ellos esperan el día 25 con sumas ansias, aunque este año 2020, no nos dejara juntarnos con toda la familia, la celebración es que estamos vivos y con salud.

 

Punto y aparte

 

Espero amable lector, pase una gran noche buena y una feliz navidad, coman rico, no abusen, por qué el recalentado espera…

¡Felices fiestas!

 

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