Francisco Tobías

Existe una profecía económica “incumplida”, atribuida a Thomas Malthus, quien fue erudito, clérigo y economista nacido en Inglaterra, quien escribió el libro “Ensayo sobre el principio de la población” en el año de 1798. En este texto explicó que la población en poco tiempo empezaría a sufrir de hambruna, debido a que el crecimiento poblacional se presentaba de manera exponencial, mientras la producción alimentaria tenía un crecimiento aritmético, lo que ocasionaría que en el corto plazo la producción de alimentos no alcanzaría para alimentar a la población, provocando una pobreza progresiva y hambruna entre la población.

Afortunadamente Malthus, al desarrollador esta ley, que es conocida como malthusiana, no vislumbró los efectos de una revolución, sin armas, que en ese momento iniciaba y no se conocían sus alcances, siendo esta la revolución industrial la cual ocasionaría un cambio total en la economía, en los procesos productivos y en la humanidad.

Mediante la revolución industrial, sus consecuencias y la tecnología, la sociedad y los sistemas económicos han podido “resolver” el problema de la hambruna, evitando la catástrofe malthusiana. Cierto que hay población hoy en día que sufre de hambruna, sin embargo, la producción global de alimentos es capaz de cubrir esta necesidad, siendo el problema la distribución, ocasionada por los intereses de las empresas, cuyo fin principal, el cual no es erróneo, es la utilidad y la ganancia económica.

Hoy la sociedad global podrá enfrentarse a una situación “malthusiana” y no debido al crecimiento exponencial de la población o por la falta de tecnología para la producción de alimentos sino por la guerra entre Ucrania y Rusia.

El conflicto bélico en Europa del este ha empezado a ocasionar problemas económicos más allá su área geográfica, como el aumento en el precio del petróleo y en el precio real de la gasolina, pero en la comunidad internacional ha iniciado una preocupación mayor, el aumento en el precio de los fertilizantes y agroquímicos en el mundo, sólo basta señalar que el segundo productor de fertilizantes en el orbe es Rusia, cuya producción equivale alrededor del 17% respecto a la total mundial, pero al analizar el mercado de los fertilizantes, podemos darnos cuenta que el 50% de las exportaciones mundiales de este insumo, indispensable para la producción de alimentos, son de Rusia, Canadá y China, siendo de estos países el europeo quien tiene una participación superior.

Pareciera que todo, absolutamente todo, se refiere al mercado, a la oferta y a la demanda, pues Rusia al reducir sus exportaciones de los fertilizantes, más allá de estrategia económica-militar o por las sanciones de otros países ha provocado un aumento en alrededor del 47%, provocando que muchos productores alimenticios no puedan continuar con la producción y ocasionando que el precio final de los alimentos se incremente, más allá del aumento salarial, y que a la vez provocará una inflación mayor.

La industria agrícola mexicana importa cerca del 60% de los fertilizantes que utiliza y el precio de estos en la llamada “tierra azteca” se ha incrementado en un 80%. Tendremos un problema serio en nuestro país, mientras anualmente importábamos un monto equivalente al 50% del valor inicial de la refinería Dos Bocas y se estima que a pesar del aumento en el presupuesto para la refinería el costo de las importaciones de fertilizantes será mayor de manera proporcional.

Hace dos semanas, de manera acertada, el ejecutivo federal por medio de la SHCP otorgó un estimulo del 100% para el IEPS en la gasolina, logrando “evitar” el aumento en el precio final al consumidor, sin embargo, esta política fiscal no tendrá los mismos efectos en la agroindustria, ni en los sectores industriales y comerciales que de ella se derivan.

Ojalá Malthus vuelva a equivocarse, porque quien si volverá a equivocarse es el mismo de siempre.