Cápsulas Saraperas: Un asesino suelto en Saltillo

Francisco Tobías

 En esta ocasión te platico de un hecho que estremeció a nuestra bella ciudad, cuando esta aún era villa.

Corría el año de 1800, cien antes del asunto de Rosita e Hipólito, y fueron encontrados Fabiana y Francisco del Pilar, matrimonio de esta ciudad, bañados en sangre. Así es, amigas y amigos, sangre saltillense corría por los suelos.

Según narraciones encontradas, el hallazgo fue espeluznante, había sangre por todo el piso, las huellas de violencia eran visibles por todos los lugares donde ocurrió el crimen, y los dos cuerpos se encontraban ensangrentados por una mano asesina.

Según las investigaciones policiales de aquella época, el asesino entró por la puerta del corral, donde aguardó sigilosamente hasta que la pareja estuviese dormida. Las autoridades dedujeron que la intención del delincuente era robar a la pareja, pero se vio sorprendido por Fabiana y para silenciarla la apuñaló en la cara y el resto de la cabeza. El marido, al darse cuenta, inició una lucha a muerte contra el asaltante y futuro doble homicida. Por la mañana todavía fue encontrado con vida, con puñaladas en la cabeza y en la mano izquierda.

Llamaron al médico de la Villa de Santiago del Saltillo, quien apresuradamente atendió las heridas de Francisco. Canalizó todo su esfuerzo a salvarlo, pero fue imposible: a la mitad del mismo día Francisco del Pilar había fallecido.

Las averiguaciones realizadas según los usos y costumbres, dieron como resultado que el móvil del asesinato fue robarles 7 reales, un hacha, una barra, unos cojincillos, un capote y ajuares propiedad de los occisos, artículos que fueron encontrados cerca de la casa de Francisco y Fabiana, gracias al rastro de sangre dejado por el malhechor.

Esa misma noche, las autoridades aprehendieron a José Trinidad Jaramillo. La sospecha recaía sobre él pues nadie conocía su procedencia.

José Trinidad salió airoso del fuerte interrogatorio al que fue sometido, pero seguía preso. No por mucho tiempo, ya que esa misma noche, después de ser interrogado, a través de un hueco en la pared de la prisión José Trinidad escapó, y nadie más supo de él. Si fue o no el asesino, nunca lo sabremos, pero su escape lo hizo de la culpa.

Así es, señoras y señores, en Saltillo, por el año de 1800, un asesino estuvo suelto por nuestra hermosa ciudad.