Xavier Díez de Urdanivia

¿Está el sistema judicial en México plagado de vicios, deficiencias profesionales y lo afectan generalizadamente conductas delincuenciales como la prevaricación, la extorsión, el soborno y otras de semejante naturaleza? ¿Hay otros males que remediar? ¿Hay actitudes internas que propicien o agraven los defectos y vicios?

Con esas preguntas y la promesa de continuar con la reflexión sobre el tema, concluyó la entrega de la semana anterior.

Despertó atención y hubo muchos comentarios, de entre los cuales destaca uno que sintetiza contundentemente a la mayoría de ellos: A cada una de las preguntas, dijo, respondo “sí”.

Esa es, infortunadamente, la percepción generalizada, lo que hace que el tema merezca más atención que la que se ha visto hasta ahora.

Es verdad que, en mucho, tal desprestigio -que no es otra cosa frente a lo que estamos- se debe en mucho al desconocimiento y la confusión entre las funciones policiacas y las propiamente jurisdiccionales, pero es imposible negar que los males percibidos se dan con mucho mayor frecuencia que la correspondiente a márgenes excepcionales y es, en realidad, muy grave.

También es cierto que existe una campaña evidente de desprestigio proveniente de otros actores políticos que se verían favorecidos con el debilitamiento de los poderes judiciales, especialmente del federal. A pesar de todo, hay que reconocer que es precisamente el deterioro de la imagen judicial la mejor fuente instrumental para nutrir esos ataques.

En todo caso, es innegable que esa percepción obedece a la existencia de los males y que es necesario combatir, desde el fondo, su causa.

El propio presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal ha dicho: “La reforma judicial que se emprenda debe partir de la base de no modificar la composición e integración de la Suprema Corte y preservar su función como Tribunal Constitucional del Estado Mexicano; debe tender al fortalecimiento de la carrera judicial y de los mecanismos de rendición de cuentas; debe apostar por la agilidad de los procedimientos, por la transparencia y por el reforzamiento de la justicia local; debe centrarse, ante todo, en dar mayor acceso a la justicia a todas las personas y no solo a las élites, debe ser una reforma orientada hacia una mayor igualdad y justicia social” (https://www.milenio.com/opinion/arturo-zaldivar/los-derechos-hoy/el-momento-de-la-reforma-judicial).

Tiene razón, pero pasa por alto algunas cuestiones torales: primero, que la función jurisdiccional ha de ser independiente para poder cumplir con su cometido; sin ello, no será sino paliativo de los males sociales y, lo que es peor, encubrimiento cómplice de los abusos de poder y las injusticias. En segundo lugar, que en esa reforma no hay intocables, por lo que condicionarla a no tocar a la corte que preside es impropio. En fin, que no se puede hacer una reforma que pierda de vista la interdependencia de todos los factores sociales, porque siempre quedaría trunca.

Hay que considerar la coyuntura política, como él lo hace, pero es necesario despojarla de toda ideología, porque se inocularía, desde la concepción, un germen de parcialidad y exclusión contrarias a la naturaleza misma de la función jurisdiccional.

Lograr todo eso no es fácil y habrá cosas que depurar antes de reconstruir, pero hay elementos legislativos suficientes ya dados. Hay que aplicarlos.

En cambio, para alcanzar el grado de excelencia que ha de buscarse se necesita enfatizar, como ya se dijo, la independencia de los jueces, desde su misma designación.

Ayudará tener en cuenta aquello que, en su “Elogio de los Jueces”, dijo hace décadas el insigne Piero Calamandrei: “En régimen de tiranía el juez, si está dispuesto a ceder, lo hace en una sola dirección. La elección es simple: servilismo o conciencia. Pero en tiempos de libertad, cuando distintas corrientes políticas soplan de todos los lados, el juez se encuentra expuesto como el árbol en la cumbre de la montaña. Si el tallo no es sólido, corre el riesgo de inclinarse al soplo de cada uno de los vientos”.