Xavier Díez de Urdanivia

Estos días son propios de la concordia y la reconciliación, y por eso es bueno dejar de lado los temas que no abonen a la consecución de tales propósitos. Hay que resistir la tentación de abordar cuestiones que no abonen a ellos, pero tampoco es cosa de trivializar las cosas, y con ellas la sagrada conmemoración a que se ha dedicado esta fecha, abandonándose al jolgorio insubstancial, destructivo por naturaleza.

Lo adecuado, me parece, es honrar la conmemoración dedicándola a la reflexión sobre temas que aporten elementos edificantes para la reconstrucción personal y social en nuestro entorno, porque, a fin de cuentas, de la unión de mejores personas nacerán las actitudes que puedan generar sociedades evolucionarás, dotadas del elevado sentido cívico que, en definitiva, hace falta.

Fue por eso que, busqué en mi “cajón de sastre” y di con este racimo de consejos que William Shakespeare puso en boca de Polonio, dirigidos a su hijo Laertes, en medio del drama de “Hamlet”.

Sin pretender que sean panacea que cure todos los males, he creído encontrar en ellos, precisamente, un ingrediente que, estimo, servirá bien para contribuir a la mejora de la calidad de la vida y conducta de quienes asuman el consejo, y con ello tengan, también, repercusiones positivas en la mejora de su entorno social.

Va, pues, la colección de consejos paternales de Polonio para Laertes, que bien podrán servir a cualquiera que no desprecie el valor de una buena depuración d la conducta como la mejor manera de emplear el tiempo con provecho en esta época.

Si más preámbulos, vamos a aquello que dijo Polonio a
Laertes:

“Llévate mi bendición y graba en tu memoria estos principios: No le prestes lengua al pensamiento, ni lo pongas por obra si es impropio. Sé sociable, pero no con todos.

“Al amigo que te pruebe su amistad sujétalo al alma con aros de acero, pero no embotes tu mano agasajando al primer conocido que te llegue.

“Guárdate de riñas, pero, si peleas, haz que tu adversario se guarde de ti.

“A todos presta oídos; tu voz, a pocos. Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.

“Viste cuan fino permita tu bolsa, mas no estrafalario; elegante, ni chillón, pues el traje suele revelar al hombre, y los franceses de rango y calidad son de suma distinción a este respecto.

“Ni tomes ni des prestado, pues dando se suele perder préstamo y amigo, y tomando se vicia la buena economía.

“Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo, pues de ello se sigue, como el día a la noche, que no podrás ser falso con nadie.

“Adiós. Mi bendición madure esto en ti”

Lealtad; entereza; apertura, pero no ingenuidad; pulcritud sin excesos, y, siempre, mente abierta que permita escuchar, pero impida reaccionar sin
prudencia…

¿No son esas virtudes muy dignas de ser tenidas en alto aprecio? Yo creo que si, como creo que quien observe ese catálogo de recomendaciones estará en posesión de un arsenal magnífico para constituirse en factor del crecimiento propio, pero también del incremento cualitativo en las condiciones de una convivencia social en la que puedan refrenarse los egoísmos exacerbados y conducirse con un sano sentido de libertad responsable.

Ojalá que, en estos días propicios para la renovación espiritual, haya lugar para pensar en Laertes, haciendo propios los consejos prodigados a él por su padre, Polonio, y tenerlos presentes en función del papel que podrían jugar en la tarea, que a veces se antoja ímproba, de rescatar la comunidad que nos acoge para la vida civilizada que tanta falta va
haciendo.

Que así sea, en aras de que la feliz Navidad que todos nos deseamos, se extienda y perdure por mucho tiempo más, de modo que el año que se aproxima pueda ser también feliz y próspero, como todos queremos, y nos encontraremos de nuevo aquí, si Dios nos concede licencia, a mediados de enero del 2022.

Hasta entonces.