Xavier Díez de Urdanivia

Difícil es el ejercicio de despedir a un amigo, pero ineludible cuando se trata de un hombre tan relevante para el desarrollo de su comunidad como él lo ha sido hasta el último momento.

En su caso, los habituales lugares comunes se tornan en apenas tenues trazos de lo que en realidad fue su vida, testimonio de convicción activa y compromiso altruista.

Fue un hombre inteligente y de convicciones firmes, liberal genuino, sin poses; amigo noble que deja un hueco irreparable y, como los hombres de bien, modesto en sus pretensiones personales; muy discreto a la hora de hacer el bien con largueza, como fue siempre su costumbre.

Sin aspavientos ni ruido, fue rompiendo inercias y construyendo realidades nuevas, abriendo brechas para sembrar futuro de la única manera en que puede hacerse: modificando el presente.

Desde muy temprano en la vida entregó sus empeños a la causa de la educación, a la que a la postre habría de dedicar su vida entera, sin descuidar el otro ingrediente de su vocación de servicio que lo impulsó a la política, la buena, esa que ennoblece y se ve ennoblecida por la participación de los hombres de bien.

Fue diputado y funcionario público, federal y local, pero seguramente se le recordará, sobre todo, como impulsor principal de la fundación de la Universidad Autónoma del Noreste, la Uane, y como su rector en dos ocasiones, sin duda los periodos más propicios para la institución, que ha o largo de ya casi medio siglo ha crecido en calidad y presencia, con planteles ya en todas las regiones de Coahuila y, además, en los estados de Nuevo León y Tamaulipas, gracias en mucho al empeño de un joven equipo que él integró y supo integrar eficazmente.

“Que nadie se quede sin educación por falta de dinero”, lo oí repetir a su equipo varias veces y, en consecuencia con ese enunciado de la política institucional, muchos fueron y son los becarios formados en esa universidad.

Imposible es evitar que vengan a la memoria las coplas que escribiera Jorge de Manrique a la muerte de su padre:

“Recuerde el alma dormida, /avive el seso y despierte /contemplando /cómo se pasa la vida, /cómo se viene la muerte/tan callando /cuán presto se va el placer, /cómo, después de acordado, /da dolor…”

“Este mundo es el camino /para el otro, que es morada /sin pesar; /mas cumple tener buen tino /para andar esta jornada /sin errar”.

“Partimos -dice Manrique- cuando nacemos /andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; /así que cuando morimos /descansamos”.

Así, como dice el poeta en algunas de sus coplas, sin pensarlo ni esperarlo, de pronto y sin aviso, terminó el camino en esta tierra para Higinio, que, ligero de equipaje, dejó la vida biológica en los últimos minutos del día 3 de noviembre, pero pervivirá en la pujanza de las instituciones que fundo, los hombres y mujeres que con él se formaron y en el ejemplo que dio mientras duró su andadura. En su legado ha de vivir su simiente.

Descanse en paz Higinio González Calderón, se lo merece.