Xavier Díez de Urdanivia

La pandemia hizo que el Foro Económico Mundial, esa organización global que se ha colocado en lugar tan preeminente de la política mundial, aplazara su reunión y cambiara de sede. Este año no será en Davos ni será en enero, sino en Singapur y en mayo.

Así será, pero en enero tuvieron una sesión preparatoria que bajo el sugerente lema de “El Gran Reinicio”, fijó las fechas en que se reunirán a su convocatoria líderes empresariales, gubernamentales y de la sociedad civil para abordar, de manera conjunta, las perspectivas que ofrecen las consecuencias de la crisis de la pandemia Covid-19 y, lo que resulta más importante, definir las líneas de la recuperación mundial una vez superada.

El Foro” sigue el camino que desde sus orígenes en 1971 se trazó para llegar a la posición de creciente influencia, que va en ascenso, y hoy le permite ser capaz de efectuar una movilización como esa, queriendo dar forma a los principios, políticas y alianzas necesarias para superar las crisis que afectarán al mundo en ese contexto, mismas que esa organización ha querido convertir en oportunidad por medio del trazo de objetivos que, si los líderes del mundo trabajan juntos, podrán conseguirse. Así, se presume, será posible alcanzar el escenario de contar con un futuro más inclusivo y sostenible.

La convocatoria es congruente con los planteamientos del “Foro” en la proyección que para 2030 hizo su “Consejo del Futuro Global”, de la que entresaco dos proyecciones por su actualidad, especialmente respecto de la realidad mexicana contemporánea.

La primera se refiere a la necesidad de un medio ambiente limpio, lo que conducirá a que “los contaminadores pagarán por emitir dióxido de carbono”. Para entonces habrá “un precio global sobre el carbón para ayudar a la desaparición del uso de combustibles fósiles”, porque es verdad la apreciación hecha por el consejo mencionado en el sentido de que la huella contaminante, en pleno siglo 21, no ha hecho más que crecer sostenidamente y es necesario revertir esa tendencia, “. Harían bien al tenerlo en cuenta quienes son responsables en nuestro país de la legislación y las políticas públicas en la materia, independientemente de quien lo diga.

Pronostica también el documento que “los valores occidentales serán puestos a prueba”, para constatar lo cual no hay que ir muy lejos ni poseer una inteligencia sobresalientemente aguda. Cuando dice que, como consecuencia, “los valores que sustentan nuestras democracias no deben olvidarse”, si bien es una apreciación que requeriría precisarse, no se le puede negar validez cuando vemos que, como hongos en terreno húmedo, brotan regímenes que, si mucho, quieren tener fachadas democráticas, pero en el fondo no son sino autoritarismos enmascarados, cada vez de peor manera y más cercanamente.

Hay que recordar en este punto que “democracia”, no es sinónimo de elecciones, por libres y universales que idealmente fueran, sino gobierno que respeta la división de poderes, se apega a las normas jurídicas y, todo eso, para garantizar las condiciones necesarias para que toda persona pueda ejercer, efectivamente y en equitativa armonía, los derechos y libertades que le corresponden.

Nunca más oportuno tener eso presente que los días que corren, me parece.

COLMO PRESIDENCIAL: “Sería el colmo que el poder judicial estuviera al servicio de particulares”, dijo el presidente en la “mañanera” del 12 de marzo pasado. Mucho me temo que tendrá que acostumbrarse a vivir con esa aprensión, porque esa es, precisamente, la función de los jueces de amparo: Proteger a los particulares de los abusos y excesos de la autoridad, sea está ejecutiva, legislativa o judicial.

¿No será que el colmo es la injerencia abierta ante el Congreso de la Unión para que se aprobara la Ley de la Industria Eléctrica, así como la interferencia en la función jurisdiccional, impulsando que el Consejo de la Judicatura Federal “investigue” al juez que, con apego a la constitución y a la ley, otorgó una suspensión provisional respecto de ella para evitar daños irreparables”?