Xavier Díez de Urdanivia
El Presidente ha sostenido reiteradamente que su pretensión es implantar cambios en el sistema político mexicano que sean de tal naturaleza que hagan imposible su reversión.

Poco a poco, pero sostenidamente, lo va consiguiendo. Su táctica es muy clara: se pronuncia sobre una cuestión que quiere sacar adelante, o lo hace alguno de sus testaferros; provoca con ello las reacciones adversas que sabe que enfrentará, y a la hora buena matiza la intensidad de los cambios; la gente que había protestado se incomoda de todos modos, pero con una intensidad controlable, y acaba por acostumbrarse y hasta se siente aliviada.

Aunque no deja de preocuparse, se adapta, en aras de encontrar la “paz interior” que le permite reducir la insoportable contrariedad que la sola perspectiva del cambio drástico y profundo le había ocasionado.

En buena medida ha conseguido que opere la “resiliencia”, una palabreja que se ha puesto de moda y que se refiere a la capacidad de sobreponerse a momentos críticos, adversidades o cambios incómodos en las rutinas, y adaptarse una nueva situación que se convierte en una nueva “normalidad”.

Cuando se generaliza socialmente, esa actitud denota la capacidad de una comunidad para sobreponerse a circunstancias adversas, por la vía de la
reconstrucción de los vínculos internos.En ambos casos, es común que se presente como algo positivo, en tanto que alivia tensiones que pueden ser devastadoras para las personas y para las comunidades.

A pesar de sus proclamadas bondades, esa “evolutiva” respuesta, en determinadas circunstancias, puede convertirse en un camino que conduzca la sumisión colectiva, que ya no es tan positiva, sobre todo porque se significa por priorizar, irracional y acríticamente, las circunstancias, deseos y exigencias de quien detenta una función de autoridad, lo que no solamente es contrario al interés general, sino que además denigra y corrompe, en el mejor sentido del término, tanto al individuo como a la comunidad.

Esta, que bien podría llamarse de “sometimiento por goteo”, es una técnica que ha probado ser efectiva en multitud de ocasiones y en muy diversos lugares del mundo, vacunado como ha quedado frente al desprestigio de las imposiciones forzadas y a su irremisible fracaso a la postre.

A veces, sin embargo, vacunados y todo, parece que no ha habido escarmiento, porque todavía abundan los “líderes carismáticos” –como los llamó Weber– enarbolando banderas “ideológicas” que, como es natural, aspiran a cancelar la libertad de generar o seguir ideas distintas de aquellas que, como dogmas inamovibles, patrocinan esos caudillos.

A fin de cuentas, una sumisión así conseguida termina por derivar en aquello que quien lo pretende quiere, y si bien se obtiene de manera más lenta, también puede ocurrir que sea más sólida, firme, perdurable e, idealmente, irreversible, como ya se ha oído decir por quien, además, ha acreditado tener paciencia y tenacidad suficientes para conseguir sus propósitos.

El peso del poder político, innegable en el caso, poco se detiene a reparar en las limitaciones jurídicas del poder, pero no le hacen falta para actuar y hasta puede llegar, dado el caso y si maniobra oportunamente y con precisión, a conseguir cambiar el marco regulatorio, de manera que coincida con su propia visión de México y el mundo.

Podrán ser buenas y nobles sus intenciones o podrán no serlo. En cualquier caso, su disruptiva actuación no se corresponde con ninguna matriz democrática, por distorsionada que sea.

En cambio, se parece mucho a los prolegómenos de muchos regímenes que han terminado por convertirse en dictaduras; evoca, irremisiblemente, el triste recuerdo de la situación que describe, con palabras poéticas, el pastor Martin Niemöller: “Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. /Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. /Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. /Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí”.

Que no pase lo mismo.