Xavier Díez de Urdanivia 

La reciente visita del doctor Ricardo Rabinovich a la Universidad Autónoma del Noreste, campus Saltillo, sacudió algunas conciencias y, provocativo siempre –como cualquier buen profesor– despertó entre quienes lo oyeron –principalmente estudiantes de esa universidad, pero también profesores de ella, juristas e integrantes de la sociedad civil– reflexiones y visiones nuevas sobre el tema de los derechos humanos.

En cuanto a mí respecta, me hizo recordar algunas reflexiones de Boaventura de Sousa Santos, acerca de la noción “derechos humanos” y su universalidad, respecto de las cuales se formularon ya, hace algún tiempo, diversos comentarios.

Plantea Boaventura de Sousa que, mientras se presenta generalmente a los “derechos humanos” como “un producto histórico consensual, lineal y universal”, en realidad se trata de un discurso dialéctico en el que hasta hoy aparece como victoriosa esa idea, que se presenta como única capaz de reivindicar la dignidad en la vida de los seres humanos. La verdadera pregunta, en ese orden de ideas, dice, tendría que ser sobre si el modelo en boga de “derechos humanos” cumple con las expectativas que se les han asignado, y por lo tanto, si representan una victoria o un estrepitoso fracaso.

Un párrafo que bien ilustra su posición, y que por eso transcribo a la letra, dice: “El concepto de naturaleza humana es eurocéntrico, individualista, y como tal no es universal, es un localismo globalizado. En segundo lugar, el paradigma de los derechos humanos es bastante ‘estadocéntrico’, trabaja sobre el Estado y sobre las instituciones, y por eso no sabe dirigirse a otros actores que son grandes violadores de los derechos humanos, pero que no son el Estado. El Estado es, muchas veces, cómplice de ellos, pero no es el violador directo, y ahí́ tenemos un primer resultado: hay mucha violencia en el mundo que no se considera violación de los derechos humanos” http://www.idhc.org/cat/documents/DUDHE_SousaB.pdf, consultado el 13 de octubre de 2018).

“…los derechos humanos –sigue diciendo– privilegian un universalismo abstracto, que no tienen espacio para las culturas propias, para las comunidades culturales”; por eso, entre tantos lenguajes para expresar la dignidad humana, “algunos se afirman como derechos humanos, otros como deberes humanos y otros a través de otros conceptos. La idea es ver cómo insertar este multiculturalismo progresista dentro de una estrategia de Derechos Humanos”.

El tema de la discordia, en este punto, sigue siendo la noción de “dignidad”. Cuando De Sousa señala que la idea del consenso en torno a los derechos humanos se ha sustentado en “espejismos” haciendo creer que se trata de un triunfo en beneficio de toda la humanidad, en tanto que se pregonan como universalmente válidos, en realidad se apoyan en una noción de dignidad sustentada en una concepción de naturaleza individual y desconocen otras ideas de dignidad, tanto como otras diversas lecturas de lo que debe considerarse como “derechos”, en función de cada cultura y momento histórico.

El tema da para mucho. Sería ingenuo pretender agotarlo en tan breve espacio, que sin embargo permite sembrar la inquietud –o cultivarla, si es que ya existe– de reflexionar acerca de que, en tanto que producto cultural –la idea misma de “consenso social” así lo acredita– los llamados “derechos humanos” son, en algunos casos, irreductibles, pero muchos otros de los que se suelen incluir en la perspectiva hegemónica no lo son, y aún hay que decir quedan supeditados a los primeros. Por eso, tomar en cuenta de la identidad y las peculiaridades históricas, axiológicas y culturales que caracterizan a cada comunidad de las que por lo general se llaman “naciones”, es imprescindible.

Bien hace la UANE en generar la reflexión de calidad e innovadora entre sus alumnos, porque sólo así se genera conocimiento útil. Ya se comentará la visión de Rabinovich. Por lo pronto, la tesis planteada por De Sousa en cuanto al discurso de los derechos humanos como visión vencedora, que por lo tanto no es universal, en tanto que impuesta, se antoja sugerente. ¿No lo cree así?