Francisco Treviño Aguirre

El sistema de libre mercado, que se basa en la idea fundamental de que las personas comercian voluntariamente entre sí, ha sido un pilar fundamental en la historia económica de la humanidad. Desde los albores del intercambio comercial, los mercados libres han surgido de manera natural como un mecanismo de coordinación social, paralelo al desarrollo del lenguaje. Este sistema se caracteriza por la ausencia de intervención gubernamental directa en las decisiones de inversión, producción y distribución, dejando que las fuerzas de oferta y demanda guíen el camino económico.

En México, la economía de libre mercado ha permitido el intercambio de bienes y servicios a través de un sistema de pago o remuneración, brindando a los consumidores la libertad de elegir entre distintos proveedores. Esta libertad de elección ha sido un motor clave para la creación de un dinamismo económico basado en la libre competencia. Sin embargo, la realidad del mercado mexicano presenta desafíos significativos en cuanto a la calidad y satisfacción del consumidor.

La libertad de elección en el mercado mexicano ha llevado a una situación peculiar: la normalización de una actitud de conformismo ante la falta de opciones realmente satisfactorias. En diversos sectores, desde servicios financieros hasta talleres mecánicos, telefonía celular, restaurantes y tiendas de autoservicio, los consumidores se ven obligados a elegir entre opciones que no cumplen completamente con sus necesidades, conformándose con lo que se considera el "menos peor". Esta dinámica cuestiona sobre la verdadera efectividad de un sistema de libre mercado cuando la calidad y la satisfacción del consumidor no se encuentran al nivel deseado.

A pesar de la existencia de instituciones como PROFECO (Procuraduría Federal del Consumidor) y CONDUSEF (Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros), diseñadas teóricamente para proteger a los consumidores de prácticas comerciales abusivas, la realidad es que los resultados de estas instituciones son a menudo insatisfactorios. Los consumidores se ven enfrentados a trámites burocráticos engorrosos y, en muchos casos, reciben respuestas que no resuelven sus problemas de manera efectiva. Esto ha llevado a una situación en la que los consumidores, en lugar de obtener una solución adecuada, se ven obligados a aceptar la realidad de un servicio o producto deficiente.

Es imperativo recordar que son los consumidores quienes dan vida a los negocios, y la atención y servicio que se brinda deben tener como objetivo principal generar una experiencia positiva que motive a los clientes a hablar bien de un negocio y a considerar regresar. La lección que las empresas exitosas han aprendido a lo largo del tiempo es que la satisfacción del cliente no es solo un eslogan publicitario, sino una estrategia de negocios fundamental para mantener la lealtad y asegurar la repetición de compras.

La pregunta que surge es cómo lograr un equilibrio efectivo entre el sistema de libre mercado, que fomenta la competencia y la eficiencia económica, y la necesidad de garantizar una experiencia del consumidor de calidad. Una posible solución radica en la promoción de la transparencia y la responsabilidad empresarial. Las empresas deben ser conscientes de que la calidad de sus productos y servicios, así como la atención al cliente, son factores críticos que influirán directamente en su reputación y éxito.

Además, es esencial fortalecer la efectividad de las instituciones de protección al consumidor, garantizando que puedan abordar de manera rápida y eficiente las quejas de los consumidores. Esto implica revisar y mejorar los procesos burocráticos, así como aplicar sanciones más severas a las empresas que incurran en prácticas comerciales deshonestas.

La educación del consumidor también juega un papel crucial. Empoderar a los consumidores con información sobre sus derechos, mejores prácticas de consumo y mecanismos para presentar quejas puede cambiar la dinámica del mercado al poner más poder en manos de aquellos que sustentan la economía.

Hoy por hoy, el sistema de libre mercado es un pilar fundamental de la economía, pero su efectividad se ve desafiada cuando los consumidores se ven obligados a conformarse con servicios o productos que no cumplen completamente con sus expectativas. La clave radica en equilibrar la competencia económica con la responsabilidad social empresarial y la protección efectiva del consumidor. Solo a través de la transparencia, la responsabilidad y la colaboración entre empresas y organismos reguladores, se puede lograr un sistema de libre mercado que verdaderamente beneficie a la sociedad en su conjunto. En última instancia, el éxito a largo plazo de un sistema de libre mercado depende de la capacidad de generar una experiencia del consumidor que promueva la lealtad y la satisfacción, no solo la conformidad ante lo "menos peor".

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