Francisco Treviño Aguirre

Aunque puede parecer un concepto reciente, México ha tenido una larga historia de vehículos eléctricos, desde los primeros tranvías eléctricos en 1900 hasta el primer trolebús en 1951 y, más recientemente, el primer autobús con baterías y camiones de carga eléctricos en 2020. Además, México es un importante productor y exportador de camiones, siendo un líder en la industria automotriz de vehículos pesados.

Aunado a esto, existen retos importantes que hay que enfrentar para mantener este liderazgo en un entorno cambiante. Debemos incrementar el valor de contenido regional vehicular para cumplir con los requisitos del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC), y estamos viendo una reconfiguración de nuestras cadenas de proveeduría debido a fenómenos como el nearshoring. Por esta razón, estamos experimentando una transición gradual hacia vehículos cero emisiones, pero a diferentes velocidades, con convivencia de vehículos diésel de ultra bajo azufre, gas natural, eléctricos y próximamente hidrógeno.

Por lo tanto, para lograr un éxito duradero en la electromovilidad en México, es necesario un esfuerzo conjunto entre la industria, las autoridades y el sector educativo. En este sentido, la Secretaría de Relaciones Exteriores impulsa el desarrollo de mesas de trabajo que abarcan desde la infraestructura energética hasta el desarrollo de las cadenas de proveeduría. Además, como exportadores, se debe de contar con una proveeduría que cumpla con los requisitos del TMEC, y para el mercado interno, impulsar la modernización del autotransporte para fortalecernos como región y no quedarnos atrás ante otros bloques económicos globales.

En un esfuerzo por mitigar los efectos del cambio climático, el mundo ha tomado medidas significativas para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Este esfuerzo se ve impulsado por la necesidad de mayor energía en un contexto de reactivación económica. Derivado de lo anteriormente expuesto, la electrificación de la industria, el comercio y los servicios está acelerándose, lo que tendrá un gran impacto en el consumo de electricidad en el futuro.

La electromovilidad es una alternativa atractiva y sostenible para reducir las emisiones de CO2. Se define como el conjunto de sistemas de transporte que funcionan y son impulsados con energía eléctrica. La tecnología ha mejorado y ha optimizado los costos, aumentado la capacidad de almacenamiento de las baterías y desarrollado una infraestructura de recarga más eficiente.

En respuesta a esta tendencia global, la cantidad de vehículos eléctricos en circulación en todo el mundo se ha triplicado en tres años, llegando a alrededor de 16.5 millones en 2021, según la International Energy Agency (IEA). La infraestructura de recarga también ha crecido significativamente, alcanzando cerca de un millón y ochocientos puntos públicos de recarga en todo el mundo. Este crecimiento es especialmente evidente en América Latina, incluyendo México.

En México, el desarrollo de proyectos de electrificación del transporte público y la incorporación de una mayor oferta de vehículos eléctricos ha ajustado las proyecciones de consumo de energía para 2036. Según el Programa para el Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional 2022-2036 (PRODESEN), se espera que el consumo de energía de los vehículos eléctricos sea de 13.283 GWh, lo que representará un 2.8 por ciento del consumo total de energía del país.

La electromovilidad ofrece grandes oportunidades para México, y la participación de la industria de las manufacturas eléctricas es crucial para potenciar estos impactos positivos. Para lograrlo, se requiere una modernización del sistema eléctrico nacional para hacer frente al aumento esperado en la infraestructura de recarga de vehículos eléctricos. Esto incluye cambios en los equipos eléctricos para garantizar la operación óptima de las redes eléctricas y la incorporación de recursos variables y distribuidos de generación y recarga.

Twitter: @pacotrevinoa