Francisco Treviño Aguirre

En lo más profundo de una montaña helada en una isla sobre el Círculo Polar Ártico entre Noruega y el Polo Norte se encuentra un recurso de vital importancia para el futuro de la humanidad. No es carbón ni petróleo o minerales preciosos, sino semillas. Millones de estas pequeñas vainas, donde existen más de 930 mil variedades de cultivos alimentarios, se almacenan en la Bóveda Global de Semillas en Spitsbergen, parte del archipiélago noruego de Svalbard. Es esencialmente una enorme caja de seguridad, que contiene la colección más grande del mundo de biodiversidad agrícola.

La Bóveda Global de Semillas ha sido nombrada la bóveda del "día del juicio final", que evoca una imagen de una reserva de semillas para su uso en caso de un evento apocalíptico o una catástrofe global. Pero es la destrucción mucho más pequeña y localizada y las amenazas que enfrentan los bancos de genes en todo el mundo lo que la bóveda fue diseñada para proteger.

En la entrada a estas instalaciones sobresale una enorme losa de concreto que contrasta con el paisaje nevado. El sobrenombre del día del juicio final parece inquietantemente apropiado. Fue precisamente por su lejanía que Svalbard fue elegido para la ubicación de la bóveda, ya que se encuentra lejos de los lugares de la tierra donde hay guerra, terrorismo y cualquier amenaza de destrucción causada por el hombre.

El ingreso conduce a una pequeña habitación en forma de túnel donde el zumbido de la electricidad y los sistemas de enfriamiento necesarios para mantener la temperatura dentro de la bóveda constante originan un sonido similar a la de una planta de manufactura de los años 80s. A través de una puerta hay un amplio túnel de concreto iluminado por una tira de luz que conducen 130 metros hacia la montaña. Al final de este pasillo hay una cámara más, una capa adicional de seguridad para proteger las bóvedas que contienen las semillas.

En los últimos 50 años, las prácticas agrícolas han cambiado drásticamente, con avances tecnológicos que permiten la producción de cultivos a gran escala. Pero si bien los rendimientos de los cultivos han aumentado, la biodiversidad ha disminuido hasta el punto de que ahora solo alrededor de 30 cultivos proporcionan el 95 por ciento de las necesidades humanas de energía alimentaria. Solo el 10 por ciento de las variedades de arroz que China usó en la década de los 50s todavía se usan hoy en día. Por otro lado, Estados Unidos ha perdido más del 90 por ciento de sus variedades de frutas y verduras desde la década de 1900. Esta naturaleza de monocultivo de la agricultura hace que los suministros de alimentos sean más susceptibles a amenazas como las enfermedades y la sequía.

Existen cerca de 1,700 versiones de la bóveda, llamadas bancos de genes, en todo el mundo. Esta red global recolecta, preserva y comparte semillas para promover la investigación agrícola y desarrollar nuevas variedades. La bóveda de Svalbard se inauguró en 2008, efectivamente como una unidad de almacenamiento de respaldo para todos esos cientos de miles de variedades. La idea fue concebida en la década de 1980 por Cary Fowler, ex director ejecutivo de Crop Trust, pero solo comenzó a hacerse realidad después de que se firmara un Tratado Internacional de Semillas negociado por la ONU en 2001.

El objetivo de contar con esta bóveda es encontrar y albergar una copia de cada semilla única que existe en los bancos de genes globales; pronto la bóveda dará cabida a su millonésima variedad. También funciona en conjunto con esos bancos de genes cuando su material se pierde o se destruye. Lamentablemente los bancos de genes operan con fondos insuficientes ya que muchos carecen de los recursos para almacenar o proteger adecuadamente las semillas que poseen. El Crop Trust ahora está recaudando dinero para un fondo de dotación para garantizar que las 1,700 instalaciones de bancos de genes del mundo puedan continuar actuando como garantes de la biodiversidad global.

Twitter: @pacotrevinoa