Francisco Treviño Aguirre

La situación actual de América Latina se deriva de un complejo conjunto donde convergen crisis sociales, económicas y políticas interrelacionadas, que se han visto afectadas de gran manera por el advenimiento de la pandemia del coronavirus y una marea creciente de aislamiento y antiglobalización. Estas crisis van desde la polarización interna y las tribulaciones económicas hasta la divergencia ideológica, los desacuerdos entre los líderes de la región, y de igual manera afecta la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China, y todas están obstaculizando la gobernanza regional e impactando negativamente las perspectivas de cooperación.

Los gobiernos latinoamericanos necesitan  activar un plan de trabajo conjunto de manera urgente para abordar los múltiples desafíos que enfrentan, ya que los acontecimientos de las últimas décadas han demostrado que, a menos que se puedan encontrar mejores mecanismos regionales, los desafíos nacionales y transnacionales, desde el crimen organizado, la degradación ambiental, la migración y el poco crecimiento económico, se vuelven aún más difíciles de abordar, con consecuencias negativas a largo plazo.

No obstante, a pesar de lo que está en juego, los mecanismos tradicionales de gobernanza regional parecen paralizados, careciendo incluso de la capacidad para discutir la insostenible situación actual, y mucho menos abordarla. La experiencia es que la cooperación regional en América Latina es prácticamente inexistente a pesar de los tratados comerciales que han derivado en diferencias ideológicas y las instituciones diplomáticas dominantes de la región no han cumplido con su propósito.

La gobernanza regional y la cooperación efectivas en América Latina son necesarias para una conversación más amplia sobre el papel de la región en un orden global que cambia rápidamente, moldeado por la transformación tecnológica y problemas genuinamente globales como el cambio climático, las presiones migratorias y las crecientes amenazas a la seguridad.

Sin embargo, lejos de estar de alguna manera al margen o exento de las corrientes geopolíticas crecientes de hoy, América Latina, para bien o para mal, se ve muy afectada por ellas. La gobernanza regional es un instrumento fundamental para ayudar a la región a superar sus numerosos desafíos. Incluso cuando las diferencias ideológicas dificultan la cooperación en el alto nivel político, es crucial encontrar vías de progreso en otros niveles y en formas informales o menos visibles.

La pandemia mundial ha acelerado nuevas ideas sobre políticas económicas. De hecho, la planificación ha vuelto y los responsables de la formulación de políticas públicas están reconsiderando un nuevo modo de capitalismo: el capitalismo de las partes interesadas. En este contexto, América Latina necesita encontrar el equilibrio adecuado entre mejorar el entorno en el que opera el comercio, la seguridad transfronteriza, la infraestructura, las tecnologías de la información y las comunicaciones, el servicio de transporte, la conectividad y la calidad de los puertos.

Hoy por hoy las relaciones entre los países de América Latina deberá de ser más sólida, con mayor integración regional y aportando propuestas para impulsar de manera conjunta una agenda de trabajo que permita ir desarrollando la región hacía un esquema de mayor cohesión en los sectores que tanto nos afectan:  la seguridad, la economía, la salud y la relaciones interinstitucionales.

@pacotrevinoa