Francisco Treviño Aguirre

Considerada en su momento una de empresas petroleras más grande de América Latina y las más importante de México, misma que por años fue la que fiscalmente más contribuía a las arcas nacionales y que ha estado vinculada al progreso y crecimiento del país desde que se llevó a cabo la expropiación petrolera en 1938, hoy atraviesa por un futuro incierto. Aunque México ha obtenido innumerables beneficios del crecimiento de su industria petrolera totalmente integrada, ahora está sufriendo consecuencias devastadoras causadas por una crisis de deuda en curso y en aumento. Precisamente por esta deuda cada vez más insostenible, que ahora asciende a más de $110 mil millones de dólares.

Es justo mencionar que el crecimiento de la economía mexicana detonó con el desarrollo de Petróleos Mexicanos, principalmente a partir de la década de los 70s. Habiendo representado el 50 por ciento del presupuesto en su momento, históricamente el gobierno federal ha tenido una fuerte dependencia de las utilidades de Pemex. Un problema que se originó por esta fuerte dependencia de las ventas de petróleo fue la falta de estímulo hacia la investigación y el desarrollo.

Otro problema fue que la economía mexicana en su conjunto se volvió demasiado dependiente de la industria petrolera, pero el éxito en la industria era innegable. El   yacimiento Cantarell ubicado en las costas de Campeche, fue en un momento el segundo campo petrolero más grande del mundo, solo detrás de complejo Ghawar en Arabia Saudita. La producción se estaba disparando y fue a través del crecimiento continuo de Pemex que el presupuesto federal siguió creciendo, lo que permitió una mayor inversión pública. El gobierno mexicano, con la ayuda de Pemex, logró crear algo parecido a un milagro económico. Desafortunadamente, esto no estaba destinado a durar.

En los últimos años, Pemex ha perdido un interés considerable por parte de los inversionistas debido a la rápida disminución de las ganancias, causada por la disminución de la producción y la caída de los precios del crudo. De 2004 a 2016, sus ganancias habían caído más del 30%, y esto sacudió la confianza a nivel internacional. Tan complicada era la situación financiera de la empresa en este punto que cuando se endeudó aún más, los mercados internacionales y las agencias de calificación se sorprendieron y sospecharon que comenzaba a manifestarse un grave problema a largo plazo.

Al entrar en vigor la Reforma energética proclamada por el entonces presidente Enrique Peña Nieto, PEMEX dispondría de un esquema de subastas donde el sector privado realizaría inversiones en exploración y explotación de yacimientos de petróleo y gas, disminuyendo de manera considerable la carga fiscal para la empresa del gobierno, obteniendo importantes beneficios económicos al trasladar parte de esas inversiones a los privados.

Al llegar a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, promete rescatar a Pemex y devolver a México la “soberanía energética”, que, a decir de él, se había entregado a las empresas internacionales que operan en el País. Desafortunadamente, los resultados de tales promesas son prácticamente nulos. Financieramente, la deuda a largo plazo solo ha crecido más para Pemex, de $65 mil millones de dólares a unos estratosféricos $110 mil millones, casi el doble en tan solo 3 años. Políticamente, la empresa parece estar otorgando una responsabilidad cada vez mayor hacia el gobierno, como es el hecho de que los pagos de los préstamos sean asumidos directamente por el gobierno y no por la propia paraestatal, cuyas consecuencias pueden significar sin duda una cosa: un déficit fiscal más amplio.

Además, se espera que este déficit fiscal crezca aún más, debido a la incapacidad de Pemex de recaudar suficiente deuda por sí misma en los mercados internacionales para hacer frente a las deficiencias financieras, dejando al gobierno federal como su último recurso. De esta manera, Pemex no parece ser de mucha ayuda para el gobierno, ya que cada vez se otorgan más exenciones fiscales e inyecciones de capital para mantenerlo en funcionamiento. La ayuda del gobierno, sin embargo, no impide que la compañía pierda inmensas cantidades de dinero, habiendo reportado una pérdida de $23 mil millones en 2020, un aumento de casi un 40% con respecto a la de 2019. El problema de fondo prevalece, ahora más fuerte que antes, frente a un presidente, cuyas estrategias no parecen estar dando ningún resultado.

Tanto Pemex como el gobierno federal enfrentan lo que es casi con certeza la situación más difícil de toda su historia. Los mexicanos nos preguntamos cuándo el gobierno dirá que ya es suficiente. Haber invertido miles de millones de dólares en el ineficiente gigante petrolero durante años y haber obtenido pocos o ningún resultado genera una incertidumbre alarmante con justa razón.

 Twitter: @pacotrevinoa