Francisco Tobías

En esta ocasión te platico sobre Manuel Corpus Beltrán, mejor conocido como “Corpitos”, quien nació en 1912 y murió a las 10:00 horas con 26 minutos del día 10 de diciembre de 2001. Su vida, su pasión, su profesión, fue ser oficial de tránsito en esta bella ciudad de Saltillo, carrera iniciada el 1 de agosto de 1942. Apasionado por la motocicleta, en 59 años ininterrumpidos de agente de tránsito nunca tuvo descanso y nunca gozó de sus vacaciones por decisión propia. En realidad amaba su trabajo y su vida era indiscutiblemente vigilar el cabal cumplimiento del reglamento de tránsito.

Fue hijo de Crescencio Corpus Ovalle, quien fuera teniente coronel y héroe de nuestra revolución, por lo que descansa en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres.

La primera bicicleta de tránsito en Saltillo, marca Hércules, le fue entregada a Corpitos, medio de trasporte que nunca utilizó por su corta estatura.

Casado con Lucila Bocanegra Malacara, crió tres hijos. Hombre de una sola pieza, íntegro y honrado, platican que en un mismo día multó dos veces a su propio hijo. En la segunda ocasión le dijo: “Saliendo de la casa no soy su papá. Yo tengo una responsabilidad ante la sociedad de Saltillo y como tu carro no tiene placas, al corralón. Y tú, por ser mi hijo y conocer las reglas de tránsito, te vas conmigo”. Y lo dejó tres días bajo arresto.

Cumplía tan bien su trabajo que en otra ocasión multó a nadie más y nadie menos que a Óscar Flores Tapia, siendo Gobernador del Estado. Al darse cuenta de la multa mandó llamar al oficial Corpitos, y le preguntó qué necesitaba para que le regresara su placa. El agente Corpitos le contestó: “Así sea usted el Presidente de la República, usted cometió una falta, pague su multa y le regreso su placa”. Después de ese encuentro, el Gobernador fue personalmente a pagar la multa y felicitó a Corpitos, por el cumplimiento cabal de su responsabilidad.

El Saltillo del ayer lo recuerda siempre trabajando, impecable en su uniforme, aconsejando a los ciudadanos, en ocasiones con regaños y de igual forma y con la misma energía a sus compañeros de trabajo. Para él, servir a Saltillo era lo más importante.

Un Saltillense que amó a Saltillo con tal pasión que 59 años de su vida le entregó a la ciudad trabajo, honestidad y lealtad. Eso sí, multas también a todo aquel que violara las normas de tránsito.

Amigo Saltillense: pregúntele a sus padres o abuelos, que seguramente lo conocieron, si se salvaron de un regaño, de una sanción o de una multa de Corpitos, un Saltillense de esos que tenemos y que vale la pena presumir.