Francisco Treviño Aguirre

La crisis financiera mundial de 2008 fue provocada por la implosión del mercado de hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos, que gradualmente se convirtió en un contagio que se extendió a los bancos de todo el mundo y condujo a una recesión económica mundial. Hoy, una vez más, los mercados de valores se enfrentan a un shock en el sistema, esta vez, un contagio real: COVID-19 o coronavirus. En la recesión de 2008, para aquellos con planes de ahorro de contribuciones definidas y a punto de jubilarse, la recesión en el mercado fue especialmente dolorosa. Tomando a los Estados Unidos como ejemplo, el índice S&P 500 cayó un 37 por ciento en 2008, y para los trabajadores al borde de la jubilación, sus saldos de cuenta 401k cayeron en más del 25 por ciento. Los planes de beneficios definidos enfrentaron un doble impacto en su estado de capitalización, que es el indicador clave de su salud y se mide como activos de pensiones divididos por pasivos de pensiones.  Los activos de pensiones sufrieron un golpe inmediato debido a la exposición al capital y a la recesión económica. Las soluciones de política monetaria resultantes que los bancos centrales aplicaron (bajar las tasas de interés a corto plazo, que fue vital para abordar la crisis bancaria) también tuvieron el efecto de bajar las tasas de interés a largo plazo, que es la medida por la cual se ven los pasivos por pensiones. Para los pasivos, una reducción en las tasas de interés resulta en un aumento de los mismos, ya que en efecto se requiere más dinero en la actualidad para poder pagar obligaciones futuras. Esta combinación de activos reducidos además de mayores pasivos condujo a una fuerte caída en el estado de los fondos para muchos planes de beneficios definidos, lo que provocó la necesidad de mayores contribuciones en un momento en que pocos podían permitirse hacerlo. Hoy, nuevamente, los activos de pensiones están sintiendo la peor parte del movimiento del mercado. Por lo cual, el reto ahora es la búsqueda de soluciones. Solo este mes hemos visto que tres de los cinco bancos centrales de los países del G7 bajaron las tasas de interés: la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco de Canadá del 1.75  al ​​1.25 por ciento y el Banco de Inglaterra del 0.75 al ​​0.25 por ciento. Desde el punto de vista de las pensiones, volveremos a ver saldos de cuentas de ahorro para la jubilación reducidos y fondos más bajos para pensiones de beneficios definidos a medida que nos acercamos a la tormenta perfecta de pérdidas de activos y mayores valoraciones de pasivos debido a la disminución de las tasas de interés. Estamos al límite de lo que los bancos centrales pueden hacer con tasas de interés más bajas. En el caso de COVID-19, una diferencia clave es que el impacto es mucho más amplio que un solo sector. El transporte, el turismo y los propietarios de pequeñas empresas han sido quienes han resentido el impacto inmediato, pero si el virus continúa propagándose según lo estimado, cualquier industria que dependa de la fabricación y la producción también se verá afectada debido a la interrupción en su cadena de suministro. En virtud de lo anterior, los gobiernos deberán de crear las condiciones adecuadas para impulsar a las pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales operan con poco margen de utilidad, ya que son el sector más vulnerable a sentir los embates que ocasionará la crisis del coronavirus.

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