Salvador Hernández Vélez
Felipe Espinoza de la Paz nació el 7 de febrero de 1948 en Parras, Coahuila. Hijo de Félix Espinoza Morales y Carmen de la Paz Hernández, ambos originarios de San Rafael de la Hedionda, Parras. Ahí pasó su niñez don Felipe. Asistió al primer año de primaria, pero no continuó. Necesitaba cuidar un rebaño de unas 70 chivas. Recuerda que cuando paría una chiva, cargaba la cría en el burro y la llevaba hasta su casa para cuidarla de los coyotes. A los 12 años, su papá le enseñó el tallado del ixtle de lechuguilla y de la palma samandoca. Primero hervían la palma, luego la tallaban y así obtenían ixtle para trenzar reatas, hacer peines para tallar los molcajetes y brochas gordas para encalar paredes. El centro de la lechuguilla o de la palma se llama cogollo, ese luego de tallarlo queda un desecho que le llaman guiche, que funciona como insecticida y fertilizante, se usaba también para lavar trastes y el pelo, como una especie de shampoo.
A los 13 años empezó a extraer cera de candelilla. Le impresionaba cómo de una planta del desierto, aparentemente “sin chiste” se puede obtener cera y dinero. Luego de recolectar la planta en la sierra, la transportaban hasta una paila para proceder a “quemar” la candelilla y así obtener la cera, que después vendían a los “cereros”. Don Felipe platica que, pese a que no sabe leer ni escribir, hace cálculos en la mente y sabe cuánto debe recibir por tantos kilos de cera, pues ha sido comprador y vendedor de toneladas de cera, y esa experiencia le permitió conocer muy bien el negocio de elaboración y venta.
En su juventud decidió trabajar en la mina el Colorín (cerca de la Peña, municipio de Parras, en un cañón), de donde extraían zinc, plata y un poco de oro. A sus 22 años, él y otros compañeros cargaban las góndolas de ferrocarril, embarcaban hasta 60 toneladas a pura carretilla, por tren la llevaban a Monterrey, a la refinadora. Un señor Ricardo, de Parras, era el dueño y don Felipe barrenaba con dinamita, ahí laboró por tres años. Dice que a la mina llegaba personal de Sinaloa a hacer los muestreos y saber qué tipo de minerales existían.
Cuando cumplió 25 años contrajo matrimonio por lo civil con Lourdes Soto García, originaria de la Peña. Con ella se fue a vivir a San Rafael de la Hedionda, a un kilómetro de su pueblo, luego al ejido el Cadillal y después al ejido Héroes de la Revolución en Parras, pero ya como ejidatario. Su esposa “Doña Lula”, es su brazo derecho en los negocios.
Tuvieron varios hijos, todos asistidos por parteras. Los dos primeros nacieron en San Rafael de la Hedionda, Gabino y Benito, quienes al igual que su papá, sin saber leer ni escribir, se dedicaron a la compra y venta de la cera de candelilla, carbón y orégano. Después nació Marisela, que falleció de pequeña a consecuencia de poliomielitis. Luego se mudaron al ejido Héroes de la Revolución, ahí procrearon a Teodoro, a Francisco Javier, “Carrucha” (f) y a María del Carmen.
La gran pasión de don Felipe es el trabajo que desarrolla desde que amanece hasta que cae la noche. Ama cuidar a sus animales, está atento que no les falte alimento y agua. Tiene vacas, burros, cabras y borregos. Disfruta andar en los cerros caminando y gozando del paisaje, y recolectar plantas para preparar sus tés. Está convencido que son de gran ayuda para conservarse sano. Hace ya más de 40 años que compraron una casa en Viesca, en la cabecera municipal, donde también viven; por ese motivo se considera viesquense, de los meros meros, de los que ponen el ejemplo a muchos.
Hoy don Felipe, a sus 76 años, sigue recolectando candelilla y orégano, elabora carbón de mezquite, sube y baja la sierra, que conoce como la palma de su mano. Es guía de extranjeros que acuden en busca de tesoros, pero él sostiene que los dinerales enterrados no existen, que cada persona tiene su tesoro en su trabajo y con ello logra lo que se propone, por eso Dios nos dio manos, pies y un monte enorme que nos da la materia prima para trabajarla y así sacar lo que le llaman el estrés y, por supuesto, generar ingresos. No le gusta tener patrones, él trabaja a su ritmo y gana más en su ejido Héroes de la Revolución en el municipio de Parras muy cercano a Viesca. Sin duda don Felipe ha aprendido la importancia de transformar la materia y su realidad, cuidando, respetando y conociendo la naturaleza que lo rodea.
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