Salvador Hernández Vélez

En pleno siglo XXI somos testigos del vertiginoso auge de la ciencia. Hoy contemplamos un gran avance de las tecnologías computacionales, que a la vez están impactando con los diferentes aspectos de nuestras vidas. Este impulso de las nuevas tecnologías digitales, sin duda, nos abre nuevas situaciones, que a la vez bosquejan nuevas consecuencias que no podemos pasar por alto. La gran preocupación es que es difícil imaginar el choque que ello provocará en diferentes campos, por ejemplo en el del empleo y el educativo. Una de las grandes preguntas es: ¿cuántos habitantes de los casi 8 mil millones de personas que hay en el mundo se necesitarán ocupar para producir los satisfactores que requiere la humanidad entera? Algunos se atreven a decir que en una década más por los procesos de automatización que se están desarrollando, con trescientos cincuenta millones será suficiente.

El año pasado asistí a la ciudad de Phoenix, Arizona, a visitar el Jardín Botánico del Desierto que está en esa ciudad; en un cierto momento fuimos a tomar un café a una plaza comercial, después de recorrerla, pues ya estaban cerrando las cafeterías, al fin encontramos un pequeño módulo de venta de café. Nuestra sorpresa es que no había empleados, un robot atendía el establecimiento. Por una pequeña pantalla solicitamos los cafés, luego procedió a indicarnos digitalmente el cobro y después de pagarlo, el robot procedió a preparar cada taza de café solicitada. Explicaba cada paso que ejecutaba lentamente, y en la pantalla advertía que estaba aprendiendo por un periodo corto, que por favor fuésemos pacientes con él, que pronto estaría listo. El café que nos preparó el robot estuvo exquisito, de muy buena calidad, de un placentero sabor y de muy buena temperatura. Este pequeño ejemplo es una muestra del impresionante avance de la tecnología y de lo que nos espera en el proceso de sustitución del trabajo humano por máquinas robotizadas.

Sin duda, hay que prepararnos para el mundo computarizado que ya nos está invadiendo, en el que la inteligencia artificial, la robótica, el aprendizaje automático o de máquinas, la tecnología de blockchain, etc., cambiarán la forma en que vivimos, amamos, trabajamos y nos comunicamos. La inteligencia artificial puede analizar con profundidad muchos escenarios posibles y proponer la mejor estrategia que seguir, en diferentes proyectos o tareas a realizar. Una aplicación de la inteligencia artificial es que contribuye a reducir los costos del adiestramiento y el equipo, optimizando el desempeño. La robótica, los sistemas automatizados e informatizados también reducen el tiempo y los costes de la formación.

Entre los proyectos en desarrollo está el que pretende perfeccionar robots capaces de evacuar a los soldados heridos en el campo de batalla, además de diagnosticarlos y tratarlos. Sin embargo, un asunto que no podemos pasar por alto es que el 90 por ciento de los ordenadores del mundo se fabrican en China, así como tres cuartas partes de todos los teléfonos móviles. Pero también hay muchas industrias en las que China está avanzando con rapidez, como la aeronáutica, los trenes de alta velocidad y los coches eléctricos.

En el libro Las nuevas rutas de la seda, Peter Frankopan advierte que lo que están haciendo los rusos palidece en comparación con lo que está haciendo China a lo largo y ancho de ese país. Y lo más preocupante es que en el contexto de incertidumbre que padecemos, tenemos, por un lado, a un gobierno estadounidense que pretende remodelar el mundo de acuerdo con sus propios intereses y utilizando más el palo que la zanahoria; y, por otro, un gobierno chino que proclama beneficios mutuos, mejorar la cooperación y usar incentivos para congregar pueblos, países y culturas en un escenario en el que todos ganan, pero, al mismo tiempo, aviva en muchos el temor a que, de forma deliberada o no, esté construyendo un nuevo imperio.

Independientemente de cuál sea el acuerdo al que se llegue en las rondas de conversaciones destinadas a crear un campo de juego económico más equitativo entre los dos países, lo único seguro es: no habrá nada parecido a una solución permanente. Y otra cosa que también es segura es que el cambio es inevitable. Ya sea por el avance de la tecnología o por el resultado de las negociaciones.

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