Salvador Hernández Vélez

En Universidades, núm. 36; Ciudad de México Tünnermann Bernheim, Carlos (2008) en su artículo “La autonomía universitaria en el contexto actual”, nos plantea la problemática de la autonomía de las universidades. La universidad y la autonomía son realidades sociales determinadas conforme a las épocas en las que se crearon y en las que se fueron transformando; por eso requiere, como dice Tünnermann, “una redefinición en cada época histórica”. Y agrega: “En la Edad Media la palabra universitas servía para designar a los gremios, corporaciones o fraternidades integradas por personas dedicadas a un mismo oficio, entre quienes cabía distinguir los maestros (magistri) de los aprendices (discipuli)”. La corporación de los maestros y aprendices dedicados al oficio de la enseñanza-aprendizaje de los saberes intelectuales, constituyó la universitas magistorum et scholarium, se manejaba en latín, y estaba mayoritariamente integrada por extranjeros. “Las primeras gestiones [de estas universitas] fueron encaminadas a asegurarles derechos similares a los ciudadanos. Pero luego llegaron a disfrutar de prerrogativas excepcionales, tales como la exoneración de impuestos y servicios a los que estaban sometidos los ciudadanos corrientes; además contaban con libertad de movilización”, que, por cierto, ello permitió la fundación de la Universidad de Oxford (1167) y luego la Universidad de Cambridge (1209) a partir de la Universidad de París.

Precisa que “desde la consolidación de los Estados nacionales, al finalizar la Edad Media europea... la tensión que ha existido entre la autonomía de la comunidad universitaria, como institución con fines propios, y las fuerzas sociales, principalmente los poderes públicos y religiosos, deseosos de controlarla... [ya no se manifiesta entre la Comuna y la universitas], sino entre el Estado y la universidad... según sea el contexto político y socioeconómico”. En América Latina, “la universidad colonial hispánica fue señorial y clasista, como la sociedad a la cual servía... tuvo como misión atender los intereses de la Corona, la Iglesia y las clases superiores de la sociedad”.

En relación al concepto de autonomía, para los siglos XVI y XVII, en muchos lugares de Europa, nuevas circunstancias sociales y políticas plantearon problemas morales y religiosos que fueron una fuente significativa de nuevas maneras de conceptualizar a la persona. Pasamos de las concepciones de la moral como obediencia de la Iglesia Católica, a las concepciones de la moral como auto gobernanza del protestantismo. Para esta concepción, todos los seres humanos con uso de razón, eran igualmente competentes como agentes morales, en la que cada persona puede reclamar, con derecho, dirigir sus propias acciones sin la interferencia del Estado, la Iglesia, los vecinos. Adolfo Orive, por otra parte, puntualiza que Kant (1724-1804) fue quien dio el toque final al inventar el concepto de la autonomía del agente, sosteniendo que las personas eran moralmente auto gobernables porque eran autónomas. Aquí podemos ubicar el inicio del concepto de autonomía.

En México, en 1910 se constituyó la Universidad Nacional de México, pero su autonomía no llegó sino gracias a dos movimientos reformadores: el de Córdoba, Argentina en 1918 y el de la Ciudad de México en 1929. La Reforma de Córdoba replanteó las relaciones entre la universidad, la sociedad y el Estado, esa reforma trató de separarla del Estado mediante la autonomía. Para que una universidad pueda llevar a cabo su función de enseñanza/aprendizaje de los saberes intelectuales, según Tünnermann debe gozar de: a) autonomía para enseñar, otorgando libertad de definir el contenido de las asignaturas; b) autonomía para investigar, por encima del juego de intereses creados de los grupos sociales, económicos y políticos; c) autonomía administrativa con la libertad de crear, manejar y constituir sus propios órganos de gobierno; y d) autonomía económica con libertad para elaborar y manejar su presupuesto sin menoscabo de la fiscalización a posterior, cuando se trate de fondos públicos. Al respecto, el doctor Narro Robles plantea: “La necesidad de que las instituciones universitarias mantengan vínculos con la sociedad, traten problemas de la sociedad, y encuentren en la sociedad la justificación principal de su existencia”.

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