Salvador Hernández Vélez

De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”.
—Jorge Luis Borges.

En días pasados, la Infoteca de la Universidad Autónoma de Coahuila en Monclova, cumplió 26 años. En el marco del aniversario, me invitaron para hablar sobre la historia de los libros. Mi plática la sustenté apoyado en varios libros que nos cuentan o tratan sobre la historia de ellos. Un libro que ahora se ha vuelto imprescindible: “El Infinito en un Junco”, de 456 páginas, publicado en 2019, por Ediciones Siruela. En este ensayo, Irene Vallejo se remonta a la invención de los libros desde la antigüedad. Nos ofrece un recorrido de las vicisitudes que enfrentó el libro, desde las tablillas de barro, hasta el escrito en papel. Otro libro que hay que leer para complementar el recorrido de Vallejo, es “La Ruta del Conocimiento”, de Violet Moller. Este texto contiene la historia de cómo se perdieron y rescataron los conocimientos del mundo clásico: los planteamientos de Euclides, Galeno y Ptolomeo. El pensamiento matemático, los avances en medicina y la idea de que la tierra era el centro del universo, y de cómo fueron rescatados, conservados y desarrollados, por los islámicos y cómo fue su regreso al mundo intelectual europeo. También releí el ensayo “Los Demasiados Libros”, de Gabriel Said, en este texto sostiene que el libro en papel es superior a cualquier otra presentación.

Narramos, escribimos y leemos gracias a esa fabulosa herramienta que es el lenguaje, que nos permite movernos en un universo paralelo (el de la fantasía, el de las posibilidades, el de los símbolos), que sólo nos pertenece a los seres humanos. El lenguaje y la creatividad de nuestro cerebro nos llevó hace miles de años a la invención de una sofisticada tecnología, la escritura y el alfabeto, que abrieron las puertas para conservar conocimientos, ideas y sueños, a expandirlos y hacerlos revivir con cada mirada que se posa en las letras de las páginas de un libro. En este recorrido, para llegar al libro actual, pasamos por inventar nuestras lenguas, por la oralidad, la invención del alfabeto, la escritura, la lectura, los copistas, los traductores, las librerías y las imprentas. Hay algunos autores que sostienen que primero se inventaron los números, luego el alfabeto.

$!Parte del acervo de la Infoteca de la UAdeC, en Monclova.

Leer nos enseña a hablar, nos educa en el arte del diálogo, también es gimnasia que vela por nuestra salud. Las personas que leen son más empáticas, y el hábito de leer nos enseña a observar con los ojos de la mente la amplitud del mundo y además nuestras ideas se vuelven más ágiles y nuestra imaginación más iluminadora. El libro tiene una historia de cinco milenios. Los libros fueron un invento buscado y deseado, pero son frágiles y se han salvado una y otra vez de la destrucción, pues en todas las épocas desde su invención, han sido perseguidos y quemados por el pensamiento dogmático y totalitario.

Hace seis mil años aparecieron los primeros signos escritos en Mesopotamia y tiempo después de forma independiente en Egipto, la India y China. Con sucesivas simplificaciones llegaron a las letras y de ahí al alfabeto. Gracias a él, la escritura cambió de manos. El alfabeto fue una tecnología más revolucionaria que el internet. Y con él, nacen las primeras “escuelas”.

Antes de la invención de la imprenta cada libro era único. Nuestro libro de páginas ronda los dos mil años. Es un gran invento producto de siglos de búsquedas, ensayos y tanteos para encontrar la forma de producir el libro perfecto que fuera transportable, duradero y cómodo. Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido.

En un asombroso viaje de treinta siglos, se ha logrado que hoy todos tengamos un pasaporte al conocimiento en un proceso que no ha sido fácil. Federico García Lorca, decía que “nadie se da cuenta al tener un buen libro en las manos, el esfuerzo, el dolor, la vigilia, la sangre, que ha costado. Por eso el libro es sin disputa, la obra mayor de la humanidad”. Irene Vallejo nos deja en su texto una apasionada declaración de amor a la lectura.

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