Salvador Hernández Vélez

Simon Sinek, escritor y motivador inglés, narra que escribió su libro, “El Juego Infinito”, para convocar a los que están dispuestos a cambiar el statu quo, que inician por cuestionar lo establecido y sustituirlo por una propuesta que vaya más allá de lo conocido y que beneficie a la colectividad. Aclara que no tratará de cristianizar a los que defienden el statu quo. Ellos ya tienen su función, que también es necesaria en la sociedad. Por ejemplo, los licenciados en Derecho están formados para conservar el statu quo, alguien tiene que defender el Estado de derecho. Pero en el caso de los científicos, para desarrollar la ciencia hay que someterla a un doble proceso. Primero de destrucción, y sobre ese proceso, se va construyendo un nuevo conocimiento científico. Este proceso es un juego infinito. Sin duda, para abrir la mente a una nueva visión del mundo se requiere valentía.

En 2018, la Universidad Autónoma de Coahuila se enfrentaba al problema de tener una legislación inoperante, por ello, emprendimos un proceso para actualizar el Estatuto Universitario, que llevaba más de cuarenta años sin cambio alguno. La realidad de la Universidad ya no era la misma que hace cuarenta años; el Estatuto Universitario ya no se correspondía a los retos actuales, sin embargo, los cambios se fueron posponiendo por décadas. La inercia del statu quo de la Universidad era más poderosa que la necesidad de cambiarlo. O como dice Sinek: “Como seres humanos, tenemos una tendencia natural a buscar soluciones inmediatas a problemas incómodos y a dar prioridad a las ganancias rápidas para hacer avanzar nuestras ambiciones”. Pero las “soluciones inmediatas” se convirtieron en problemas estructurales. En el transcurso de la historia humana, hemos visto las ventajas del pensamiento infinito muchas veces.

La comunidad universitaria se organizó en torno a una causa común. Al principio decidieron participar con el único objetivo de contar con una normatividad que hiciera frente a la nueva situación que imponía el desarrollo de la sociedad globalizada y tecnologizada. Actualizar el Estatuto, no era suficiente. Lograr su modificación no llevaba a terminar el juego, a esto Simon le llama juego infinito. Pongámoslo en palabras de Sinek: “Los juegos finitos son jugados por jugadores conocidos. Tienen reglas fijas. Y hay un objetivo acordado que, cuando se logra, pone fin al juego. Por ejemplo, el fútbol es un juego finito”. Pero en el caso de los juegos infinitos hay muchos parámetros, la Universidad entró así en un juego infinito, no se podía declarar que ya había terminado, pues quedaba pendiente toda la actualización de la reglamentación, y definir bajo qué rumbo continuaba. Ello llevó a elaborar una Reforma Académica y, en consecuencia, un nuevo modelo educativo. Lo que condujo a plantear la actualización de todos los planes de estudio de la institución. Esto es, construir una organización de educación superior que sea lo suficientemente fuerte y sana para seguir en el juego durante muchas generaciones.

Sinek lo dice de la siguiente manera: “Los juegos infinitos tienen horizontes temporales infinitos. Y, como no hay una línea de llegada, no hay un fin práctico de juego, este tipo de juegos no se pueden ‘ganar’. En un juego infinito, el objetivo principal es seguir jugando, perpetuar el juego”. Este tipo de procesos le servirán a la Universidad, no sólo en momentos de estabilidad, sino también de inestabilidad. Las instituciones de educación superior deben, por tanto, jugar con una mentalidad infinita, las razones son obvias y polifacéticas. El problema de jugar juegos finitos en un mundo incierto y en permanente cambio, hace que los responsables de las instituciones instintivamente empiecen a responder a factores conocidos, en lugar de explorar o hacer avanzar posibilidades desconocidas.

En consecuencia, Simon Sinek nos plantea que cuando jugamos con una mentalidad finita en un juego infinito, seguiremos tomando decisiones que sabotean nuestras propias ambiciones. Es como comer demasiado postre para “disfrutar de la vida” y hacerse diabético en el proceso. Sólo tenemos una opción: aprender a jugar con una mentalidad infinita. Y nos advierte: mantener una mentalidad infinita es duro, tan duro que resulta más fácil concentrarse en un objetivo fijo y finito, que en una visión infinita del futuro.

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