Salvador Hernández Vélez

El pequeño texto de “Vida, Familia y Cultura”, según Tara Westover, es en cierto sentido un testimonio a favor de la lectura y el conocimiento, de la educación como fuerza transformadora, como un medio para cambiar las circunstancias, no importa qué tan deplorables sean. Tara creció en medio de la nada, en las montañas occidentales de Estados Unidos, en Idaho, un estado de gente blanca. En el seno de una familia mormona radical, pero que tuvo la capacidad de alzarse contra su propia tragedia. Un día decide rebelarse para acudir a la escuela, como ella lo expresa: “Entre mi familia o una educación, elegí la educación”. Plantea a la educación como puerta a una visión más amplia del mundo. Nos cuenta cómo la universidad la transformó, le devolvió su naturaleza humana.

Reconoce que la montaña fue su primer hogar, porque su familia está conectada a ella desde más de dos generaciones. Pero que ella tuvo que enfrentar la decisión de dejar a su familia y a la montaña. Sin embargo, la nostalgia y el apego al lugar donde naciste hace que aunque te marches siempre regresas, porque estás atado sentimentalmente a ese lugar. Admite que su infancia y la de sus hermanos fue muy rústica. Que la ignorancia empuja a mucha gente a defender ideas totalmente desechables. Que aunque su madre era una mujer inteligente, ante su padre era indiferente, nunca lo cuestionaba, no lo contradecía. Al paso del tiempo, ella lo justificaba cada vez más. Las ideas de mi padre son muy conservadoras, es un mormón muy tradicional. Inconcebible lograr cambios en la familia.

Me daba rabia mi familia, no teníamos alternativas de transformación, sin embargo ahora después de haber estudiado quiero a mi familia, he entendido que son buenas personas, simplemente llevan una vida que hace imposible mi relación con ellos, no asisten a la escuela. Me entristece esta situación, ojalá hubiera otra manera, poder cambiar juntos.

Comprendo que él no era mal padre, sino que debía valorarme a mí misma. Que mi bienestar estaba por encima de todo, y eso implicaba no vivir con ellos. Se trataba más de valorarme a mí misma que de odiarlos a ellos. Sostiene que puedes alejar a alguien de tu vida y seguir echándolo de menos todos los días, pero a la vez estar contento de no tener que verlo. El distanciamiento es una de esas cosas de las que es muy difícil de hablar. Con mi familia llegamos a un punto en que el concepto de paz era sinónimo de separación. Hoy a Tara le queda claro que cualquier tipo de abuso es un ataque a la mente, que cuando abusas de alguien limitas su perspectiva y lo atrapas en tu punto de vista. No obstante a pesar de todo ello reconoce que está agradecida con sus padres porque le enseñaron a trabajar, a ser autosuficiente. Pero un día entendió que su autonomía es importante.

Nos dice que su experiencia por la universidad ha sido verdaderamente transformadora, que ha cambiado su forma de vivir y le ha dado la posibilidad de tomar decisiones por sí misma. Afrontó su educación no como una forma de obtener un título, sino de vivir mejor, de conseguir un trabajo mejor, como algo que te hace diferente, te cambia la vida; te permite tomar tus propias decisiones. Concluyó que el ideal de la educación tiene que ver con el hecho de que una persona se transforme, y lo más maravilloso es que el artífice de esa transformación sea uno mismo. Descubrió que si sólo recibes de una manera pasiva lo que te dan o te dicen, estás dejando que los demás decidan por ti.

Está convencida que la educación da acceso a puntos de vista muy diferentes y diversos. Dice que cuando era una niña sólo conocía y tenía al alcance el modo de pensar de su padre, que le había impuesto una manera de entender el mundo. En cambio, la educación le brindó la oportunidad de elegir lo que quería pensar. Nos recuerda que John Dewey, el reformador de la educación del siglo 19, decía que la educación debía contener dos elementos: el personal —es decir, lo que la persona se aporta a sí misma— y el social —lo que la sociedad le aporta—. Tara nos comparte su vida, cómo fue el camino de su transformación, sin duda es una narración extraordinaria.

@SalvadorHV

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