Salvador Hernández Vélez

Antes de la pandemia, en el sector educativo, andábamos tratando de avanzar en el uso de tecnologías de la información. Alegábamos que en la industria ya estaban en ese proceso 4.0. Esto es, que los procesos de automatización en las industrias ya nos habían rebasado. Que el mundo ya había cambiado, y nosotros no deberíamos quedarnos atrás. Decíamos que los empleos en línea ya estaban por llegar. Por tanto, la educación a distancia y por medios digitales, ya pronto nos alcanzaría. Además, la automatización de los procesos administrativos, ya era una necesidad. Pero nos costaba mucho poder romper con las dinámicas e inercias de nuestras formas de trabajo. Nos rehusábamos a cambiar. Incluso, si nos modernizábamos, el temor de perder el trabajo nos asolaba. Pero sobre todo, la forma de enseñar en el aula, a veces parecía impensable que la pudiéramos cambiar.

Y llegó la pandemia. Y de la noche a la mañana, cambiamos de enseñar presencialmente, a hacerlo por medios digitales. Lo que no habíamos logrado en años, lo pudimos hacer en semanas. Esto nos mostró que sí tenemos capacidad de adaptarnos. Pero para ello se requiere, que de tajo nos cambien las condiciones de trabajo que por años desarrollamos. Que de golpe y porrazo y sin que medie otra opción, sólo quede cambiar.

Pero el avance en el manejo de la pandemia y las vacunas que se desarrollaron para bajar la intensidad de la enfermedad provocada por el coronavirus, nos han permitido por ahora, regresar a las actividades presenciales, que tanto deseábamos. Y de nueva cuenta volvemos a nuestra zona de confort, la que teníamos antes de la pandemia. Y lo que aprendimos en estos años de pandemia, ¿dónde quedó? La nueva normalidad, muy rápido nos regresó a lo de antes. Se nos está olvidando que, por nuestra forma equivocada de relacionarnos con la naturaleza, sufrimos en todo el mundo los embates de la pandemia. ¡Y ahora estamos actuando como si no hubiera pasado nada!

Seguimos sin entender que los paradigmas anteriores y formas de trabajar nunca regresarán. Frente al iPhone y a estar hiperconectados, ya no volveremos al uso de teléfonos fijos. Si observamos, nos daremos cuenta, que así funciona la naturaleza humana. Nunca regresaremos a las cavernas, ni a la esclavitud abierta y aceptada. El mundo siempre está en constante cambio, adaptación y renovación.

Antes de abandonar el encierro, anhelábamos volver a socializar, y pensábamos que lo que habíamos avanzado en el trabajo a distancia, iba a permanecer. Muchos creían que el modelo mixto de trabajo ya no sería, en muchas áreas, una alternativa, y que simplemente seguiríamos trabajando en línea desde nuestras casas cada vez más adaptadas. Pero eso no está sucediendo en las instituciones educativas públicas. Por otra parte, especulábamos que ya nadie iba a querer vivir en el tráfico ni en esa vorágine de información y trabajo.

También se consideró que ya no regresaríamos a los viajes para asistir a congresos o a reuniones de trabajo presenciales; que lo haríamos en línea. Esto es, que el turismo de trabajo desaparecería prácticamente. Que las llamadas se convertirían en videollamadas. Las juntas de trabajo en reuniones en línea. Los grandes congresos serían apoyados por sistemas tecnológicos. Incluso se consideraba hace unos meses, por varios analistas, que las casas se transformarían en más tecnológicas y adaptadas al trabajo diario digitalizado.

En relación con el mercado laboral se consideraba que muchas empresas se dedicarían a solucionar sus necesidades con el trabajo desde casa. Que se podría vivir fuera de una gran ciudad, trabajar igual y generar el mismo valor. ¿Y la conectividad en las zonas rurales? En México incluso la conectividad en las zonas urbanas, presenta muchos inconvenientes.

Se habló mucho de que la educación nunca volvería a ser igual. Que sería presencial pero tecnológicamente adaptativa. Cada quien lo que necesita. Estudiar off-line u on-line será lo normal. Las escuelas y universidades se transformarían en un esquema híbrido para siempre. Sobre los grandes centros comerciales se pronosticó que se quedarían atrapados en el tiempo, que muy pocos sobrevivirán a largo plazo. Frente a todo esto sigue habiendo mucho que seguir analizando, mucho que reconsiderar. Y las crisis de liderazgo en las instituciones cada día crecerán más.

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