Salvador Hernández Vélez

Antes de la pandemia, en las instituciones de educación superior hablábamos de impulsar la Educación 4.0, por el empuje de la Industria 4.0. El avance que teníamos las universidades públicas se evidenció cuando nos mandaron al confinamiento y tuvimos que hacer frente a una educación a distancia. Hubo que utilizar plataformas digitales para impartir las clases, puesto que no había de otra. No todas las instituciones contaban con estas herramientas, en consecuencia, tampoco todos los profesores ni todos los directivos estaban preparados para hacer uso de las mismas. Esto planteó que en las propias plataformas digitales disponibles había que capacitar a los profesores. Y esto se llevó a cabo a la par que se enfrentaba el reto de atender a las y los estudiantes para continuar con los programas educativos de cada carrera.

Los jóvenes en general están más capacitados para hacer uso de los dispositivos digitales. Pero ese no era el problema. La educación digitalizada enfrenta varios problemas. El primero es la conectividad, la que hoy tenemos no es mejor de la que existía antes de la pandemia, y en muchos hogares tampoco tenían contratado un plan de internet, menos uno que atendiera a toda la familia conectada. Tampoco en las casas se contaba con dispositivos para los papás, que también fueron mandados a sus casas, en suma, no había para toda la familia.

Tampoco las instituciones de educación superior estaban preparadas para atender lo administrativo en línea, hubo que implementar procesos. Otro asunto es que las universidades no habían avanzado en la aplicación de los exámenes de admisión en línea. Las propias actividades de los órganos de dirección para atender las tareas institucionales eran todas presenciales. Los exámenes parciales de cada materia se aplicaban de forma presencial, las tareas se entregaban directamente en el salón a los profesores. Todo era presencial. ¿Entonces qué avance se tenía en relación con la Educación 4.0? A pesar de los congresos y reuniones que habíamos tenido por años en relación con el tema, cuando llegó la pandemia las universidades públicas contábamos con un avance casi nulo.

Y ahora que ha cedido el coronavirus y hemos regresado a las actividades presenciales, las universidades tienen que repensar cómo continuar sus prácticas de una educación que, indudablemente, está ligada a la tecnología. ¿Ya entendimos que los niños y jóvenes tienen acceso al saber en sus bolsillos a través de su celular? ¿Vamos a seguir con las prácticas de no permitirles que usen sus celulares en las clases? Si el mundo transita hacia lo digital, ¿por qué no hacer uso de esos dispositivos móviles? Sin duda hoy los estudiantes tienen en sus celulares todo el conocimiento, ¿entonces por qué verlo como algo negativo? Hoy la educación, a pesar de todo, tiene que encontrar las formas de aprovechar este desarrollo tecnológico, que es una realidad que además en el mundo laboral se utiliza de forma cotidiana.

Los grandes estudiosos de la educación abogan por un uso intensivo de la tecnología. Uno de ellos es Taddy Blecher, quien ha revolucionado el sistema educativo sudafricano. El futuro de la educación está, sin duda, ya ligado a la tecnología, y con la llegada del 5G vendrán más cosas, como el metaverso. Este desarrollo tecnológico en el campo digital hará que cambien muchos modelos educativos. El hecho de que cualquier persona, a partir de la educación primaria, podrá interactuar con robots y sistemas de inteligencia artificial impactará en muchos aspectos la educación. Esto ya es una realidad. Ello modificará la forma en que se lleva el proceso educativo, a la vez que también exigirá más disciplina, apoyo emocional y atención. El reto es cómo utilizar la tecnología en la educación para coadyuvar al proceso de movilidad social. ¿Cómo impulsar procesos de inclusión social masivos? En donde no sólo se impulse lo académico, sino también atender a los estudiantes como seres humanos que necesitan fortalecer la autoestima y la autoconfianza, para que visualicen una vida completamente distinta.

El sistema debe moverse, de la impartición de contenidos hacia las habilidades a desarrollar experiencias de aprendizaje adecuadas, que sean más creativas. Partir del respeto a los jóvenes, escucharlos y estimularlos a aprender lo que les guste con tutorías, no con dictados en el aula.

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