Salvador Hernández Vélez

Hace unos días un grupo de integrantes de la Dirección de Investigación y Posgrado de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), visitaron Viesca, Coahuila, mi pueblo, les platiqué que en el 2021, de acuerdo con la estación meteorológica, que está instalada en el Jardín Etnobiológico de la UAdeC, la precipitación pluvial fue de 169.4 milímetros (mm). Con base en los datos históricos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en esa zona el promedio de lluvia apenas alcanza los 200 mm, lo que se corresponde con una zona semidesértica. Y este año la estadística muestra que ha llovido apenas 54.3 mm. También les comenté que Viesca, hasta la década de los cincuenta del siglo pasado era como Parras de la Fuente, tenía manantiales y el agua corría por las acequias que había en cada calle. En cada casa hubo una parcela en el traspatio, donde la gente cultivaba verduras, árboles frutales y forraje para sus animales que les ayudaban en sus tareas de labranza. De ello surgió una pregunta de parte de una de las visitantes, ¿y cómo le han hecho para ahorrar agua y sobrevivir?

Les dije que pasaron de un extremo a otro en su forma de usar el agua, porque la escasez hizo que cambiaran sus costumbres. Antes cuando barrían las calles, las regaban utilizando mucha agua, encharcaban la calle a cubetazos, el agua sobraba, al menos eso creían. Hoy ya no riegan en el frente de su casa. Las huertas se secaron, los cultivos alrededor del pueblo se exterminaron, la vida cambió, mucha gente emigró en busca de otras alternativas de empleo. El turismo que cada fin de semana visitaba los ojos de agua, se acabó. La gente obligada por las circunstancias se acostumbró a ya no usar mucha agua. Hoy el agua potable que se utiliza en Viesca se conduce por una tubería desde la comunidad de Venustiano Carranza, donde estuvo la Hacienda de Hornos, a orillas de la Sierra de Jimulco, en línea recta a unos 10 kilómetros de distancia. Si en Parras no cuidan el agua, les pasará lo que sucedió en Viesca, transitarán de un oasis, a un páramo.

Y los agricultores de Viesca, por otra parte, también se quedaron sin derechos de agua del río Nazas, esos derechos se repartieron en 1948 solamente a los ejidatarios de los demás municipios de La Laguna, pues los viesquenses todavía recibían agua de los manantiales, con ella regaban en las afueras del pueblo unas cinco mil hectáreas. El agua se agotó en Viesca en 1958. En la Región Lagunera hay agua por lo que llueve en las cuencas altas de los ríos Nazas y Aguanaval, los dos ríos laguneros, porque en esta región del país casi no llueve. Apenas cae agua para que sobrevivan los mezquites, las gobernadoras, las cactáceas y los magueyes, o sea la flora xerófita.

Este año, como dicen los campesinos, ha sido poco llovedor en el norte del país. La lluvia que ha caído apenas moja la tierra, pero no es suficiente para recargar acuíferos, ni para llenar presas. Aquí en Saltillo podemos decir que cayó un buen aguacero, si atrás del edificio de rectoría de la UAdeC, en la confluencia de las calles Hidalgo y González Lobo, el caudal del agua, por la fuerza que lleva, mueve los carros unos metros, incluso hasta los voltea. También hay otras áreas de la capital del estado en donde ha tumbado bardas de algunos fraccionamientos cerrados y ha arrasado con casas y los enseres de sus habitantes.

Además, he observado en varias ocasiones que el bulevar V. Carranza, cuando llueve mucho en la sierra de Zapalinamé, se transforma en una especie de canal, hasta parece otro arroyo más de los que atraviesan Saltillo, como los arroyos del Pueblo y de Ceballos. He apreciado que el bulevar se transforma en conductor de agua, por encima del camellón central, con una corriente muy fuerte, que va haciendo olas. Es un espectáculo asombroso, único, pero a la vez he escuchado a los saltillenses quejarse de tanta agua. Creo que esa agua es la que llega hasta Monterrey y contribuye con el llenado de las presas de esa ciudad, las cuales suministran buena parte del agua potable de la que se abastece la zona metropolitana regiomontana. Esa cantidad de agua es la que necesitamos a pesar de los riesgos que conlleva. Pero ahora tenemos que aprender a cuidar el agua, porque el calentamiento global sigue incrementándose, provocando el cambio climático que trae las consecuencias que estamos padeciendo.

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