Salvador Hernández Vélez

Hace unos días recibimos en la Universidad la visita de Giovanni Lepri, representante en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), con quien se firmó un convenio de colaboración que amplíar las oportunidades para que, desde el ámbito académico, se brinden opciones para la protección a refugiados, que enfrentan diversas problemáticas en nuestro estado. La ACNUR, se ha dedicado a promover la integración social y económica de las personas refugiadas en esta región, para brindarles protección y apoyo.

ACNUR cuenta con distintos programas, en los cuales se apoya a las personas para su alojamiento temporal, orientación cultural, formación profesional, matriculación escolar y colocación laboral que, entre el 2016 y mayo de 2022, logró que 21,935 personas refugiadas y solicitantes de asilo, fuesen reubicadas en el país.

La Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), con este convenio, desarrollará programas y proyectos académicos y jurídicos que servirán para la formación de recursos humanos, y promover la investigación en materia de protección internacional y desplazamiento forzado. De esta forma, la UAdeC coadyuba con la Oficina de la ACNUR en su compromiso con la sociedad. Esto será un motor de transformación y desarrollo social, a la vez que un punto de formación crucial para permitir a las personas el tener oportunidades educativas y hacer posible la movilidad social.

La Universidad tiene la obligación de promover los valores y los derechos humanos entre su comunidad y la sociedad en general; desde su autonomía se opone a todo acto de opresión contra ésta y los derechos de las personas; y busca garantizar a los menos favorecidos su acceso a la educación superior. Así lo establece la reciente Reforma Académica Universitaria de la UAdeC, que tiene como meta fortalecer la formación de ciudadanas y ciudadanos comprometidos con su entorno, con la sociedad y con los derechos humanos. Que sean agentes de cambio con una visión globalizada, con una apertura cultural para un mayor aprendizaje y sentido de responsabilidad. En ello radica la importancia de la firma de ese instrumento jurídico, que permitirá desarrollar proyectos que beneficien a las personas refugiadas y generar conciencia en nuestra comunidad, sobre las acciones que, como miembros de la sociedad, tenemos a nuestro alcance para algún día poner fin a las causas que obligan a estas personas a salir de su país y buscar su protección.

En la reunión con ACNUR, al comentar las problemáticas de las migraciones que se dan en diferentes partes del mundo, observamos que en nuestro estado de Coahuila, cuando uno viaja de Monclova hacia el norte, hoy podemos ver pequeños grupos de migrantes que se dirigen a pie hacia Piedras Negras o Acuña, lo cual no sucedía. Han recorrido todo el país, desde la frontera sur, de diferentes maneras, según lo difunden los medios de comunicación.

Recordamos también en la reunión, que Gómez Palacio, Durango y Torreón, Coahuila, que apenas alcanzan 115 y 114 años de constituidas como ciudades, sufrieron un gran crecimiento poblacional en un periodo muy corto de unos 25 años. Torreón pasó de ser un rancho a principios de los ochenta del siglo XIX, a ser declarada ciudad en 1907. Este crecimiento obedeció a las llegadas masivas de migrantes del interior y el exterior del país. Torreón, tres años después de ser declarada ciudad, ya en 1910,  era la segunda ciudad en el país con el mayor número de embajadas y consulados, debido a los diferentes grupos de personas que llegaron a establecerse en la ciudad, atraídos por el cultivo y la comercialización del algodón,  auge detonado por la construcción de las vías de ferrocarril de la ciudad de México a Ciudad Juárez, Chihuahua.

En Torreón, se mezclaron diferentes etnias y grupos de personas que llegaron de diferentes estados del país, entre ellos inversionistas y cientos de trabajadores agrícolas que trabajaban en los grandes campos de algodón. Podemos decir que Torreón no se formó mayoritariamente con nativos, sino con migrantes. Esto conformó una cultura y una idiosincrasia regional en un entorno semidesértico muy particular. Una muestra de ello es que a diferencia de las grandes ciudades construidas por los españoles, Torreón en su plaza principal no tiene ni iglesia católica, ni presidencia municipal.