Salvador Hernández Vélez

En el libro “Coahuilenses Olvidados”, Javier Villarreal Lozano se propone sacar del injusto olvido al cual se ha condenado a coahuilenses merecedores de reconocimientos, ellos son María Ignacia de Azlor y Echeverz, David Cerna, Ignacio Alcocer, Francisco de P. Mendoza y Xavier Guerrero.

Para María Ignacia de Azlor y Echeverz educar a las mujeres fue su motivación. Ella encauzó sus inquietudes intelectuales a realizar una reforma educativa que fue, precisamente, un reflejo del movimiento intelectual europeo en general. La fundadora de la Compañía de María en México, nació el 9 de octubre de 1715, en la hacienda propiedad de su familia, San Francisco de los Patos; hoy General Cepeda, Coahuila. Fue en aquel ambiente rural, austero, aunque rodeada de todas las comodidades, donde María Ignacia vivió sus primeros años. Adquirió una educación muy superior a la generalidad de las mujeres de su tiempo. Sólo la muerte detuvo el incesante batallar de sor María Ignacia. Falleció el 6 de abril de 1767. Mujer visionaria, capaz de adelantarse a su tiempo, tuvo los arrestos para tomar en sus manos el timón de su propio destino.

Otro de estos olvidados es David Cerna, lo suyo eran los libros. Intelectual polifacético, según lo califica Villarreal Lozano. Nació cerca de San Buenaventura, Coahuila, el 30 de mayo de 1857, año en que se promulgó la Constitución liberal. Lo suyo eran los libros, el pensamiento abstracto de la ciencia, la experimentación en el laboratorio, el teatro y la música, pero la vida le condujo por los resbalosos laberintos de la política mexicana en los umbrales de la revolución. Como tantos mexicanos, Cerna y su familia emigraron a Estados Unidos a causa de la Revolución. El doctor Cerna regresó a México en 1944. Murió en 1953 en la capital de la República. Tenía 93 años.

También Francisco de Paula Mendoza, pintor saltillense, reputado entre sus contemporáneos como brillante promesa de la pintura. Al paso del tiempo se borró de la memoria de las nuevas generaciones de su natal Saltillo donde ni siquiera hay una calle con su nombre. Fue pintor de batallas, es uno de los artistas plásticos coahuilenses más destacados.

Mendoza nació en la capital de Coahuila el 24 de febrero de 1867. Cultivó con buena fortuna el retrato y el paisaje, pero sus obras más conocidas son las dedicadas a las victorias de Porfirio Díaz en el campo de batalla. En 1891 concretaría su sueño, perfeccionarse en París. Continuó pintando hasta edad avanzada; su Cristo de la Capilla de Saltillo está fechado en 1933. Murió en 1937.

Ignacio Alcocer. Saltillense y ateneísta, exgobernador de Coahuila. Estudio el náhuatl. Hizo estimables aportaciones al mejor conocimiento de la lengua náhuatl y el mundo prehispánico. Todo parecía destinarlo al éxito: familia pudiente, políglota, esmerada educación complementada en Europa, sólida cultura clásica, señorial presencia, elegancia natural e ingenio. Sin embargo, como a muchos otros, los cambios operados en el País a principios del siglo 20 lo llevaron a la acera equivocada de la política. Nació en Saltillo el 21 de diciembre de 1870. La casa paterna se encontraba en la calle principal de la ciudad.

Desencantado de la política, los intereses intelectuales de Alcocer, ya avecindado en la Ciudad de México, se enfocaron con ahínco al estudio del náhuatl hasta convertirse en uno de los nahuatlatos más respetados del País. Murió el 2 de mayo de 1936 en la Ciudad de México.

Xavier Guerrero, lagunero, muralista, asistente de Diego Rivera y socialista. Nació el 2 de diciembre de 1893 en San Pedro de las Colonias, plataforma del boom algodonero de La Laguna. Aprendió las bases del oficio con su padre, pintor-decorador-muralista dedicado al ornato de las casas de ricos hacendados. Partió a la Ciudad de México en 1919.

A partir de 1921, Xavier Guerrero participó como asistente en la ejecución de los murales del Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria al lado de ese hombre pirotécnico llamado Diego Rivera.

Como asistente de Diego, el coahuilense no sólo descubrió nuevas dimensiones de la pintura mural, sus experiencias laguneras y el aprendizaje al lado de su padre hicieron posible adaptar la técnica del fresco de Italia y el Renacimiento a México. Este hombre, cuya congruencia ideológica guió siempre las temáticas de su obra, murió en la Ciudad de México en 1974.

@SalvadorHV

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